La semana que viene Telecinco estrena en televisión Ocho apellidos vascos o, mejor dicho, Mediaset estrena Ocho apellidos vascos porque, como en otras ocasiones, el grupo de comunicación ha optado por hacer un estreno multicanal y emitirá la película también en Cuatro, el mismo día, a la misma hora. No es la primera vez que hacen algo así, ni son los únicos en hacerlo, pero sí los últimos en volver a poner en marcha un plan que funcionará muy bien en audiencias, al sumar un buen puñado de espectadores que no tienen escapatoria, pero que sigue siendo una burla a quienes aspiramos a que la televisión sea un entretenimiento con opciones, mejores o peores, pero con opciones.
Ya no es que las cadenas opten por redifusiones de episodios antiguos de las mismas series, o de los episodios nuevos en distintos horarios y canales, algo que me parece hasta cierto punto razonable para quienes tienen horarios diferentes a los de las mayoría o simplemente para quienes quieren tener opciones (algo que empieza a quedarse obsoleto con la oferta de contenidos a la carta de las propias cadenas y de terceros con el mismo catálogo). Pero una cosa es eso, que en mayor o menor medida redunda en una oferta variada, y otra muy distinta forzar los mismos contenidos en varios canales a la vez, haciendo absurdo el que un mismo grupo de comunicación tenga más de un canal, que se convierte así en un mero repetidor del contenido principal.
Siempre soy muy defensora de que las cadenas de televisión hagan lo que les venga en gana siempre y cuando no se salten la legalidad, y es evidente que esto es algo perfectamente legal, pero eso no significa que no debamos pensar que igual a las condiciones en las que se entregan las licencias de explotación de canales de televisión les falta pulir algunas cuestiones, principalmente aquellas relativas al uso de estas licencias para lo que realmente son: entretener e informar (lo de educar lo vamos a pasar por alto) y no ser un mero altavoz promocional de programas de cadenas hermanas o un repetidor de estos.
Ojo que no es lo más grave que hacen algunos licenciatarios de canales. Después de todo, los principales grupos de comunicación invierten la mayor parte de su tiempo en hacer lo que esperamos de ellos, emitir y producir contenidos originales, a diferencia de terceros que, habiendo optado a un canal para hacer lo propio, se dedican a subarrendarlo para que empresas de dudosa legalidad abusen de incautos ciudadanos, que pierden sus ahorros llamando a brujos y brujas para que les solucionen la vida.
No se trata de que los gobiernos se inmiscuyan en lo que hacen los canales, no se trata de que decidan qué se emite o no, por supuesto que no se trata de eso, pero sí estaría bien que alguien se planteara instaurar una ley de mínimos que obligue a los licenciatarios a no hacer ciertas cosas. Las dos primeras que se me ocurren están claras: no emitir lo mismo al mismo tiempo en todos los canales más allá de unos pocos minutos promocionales y renunciar a la licencia si no haces televisión con ella y te dedicas a ganar dinero realquilándola a terceros.
Tampoco pido tanto.