¿Deben los actores criticar a las cadenas para las que trabajan cuando no emiten sus series cuando a ellos les gustaría? Pues a mi parecer desde luego que no, por eso las declaraciones de Adriana Ugarte afirmando que «TVE no decide cómo interpretan los actores y yo no decido cuándo emitir sus series» me parecen muy acertadas.
Es cierto que en los últimos tiempos parece que las cadenas de televisión estén haciendo cosas especialmente raras con sus series, anunciando a bombo y platillo rodajes que luego se quedan olvidados en un cajón, retrasando el estreno de segundas temporadas que languidecen en la espera o comprando cosas con las que luego no saben qué hacer.
Es tan cierto eso como que los críticos nos preguntamos los posibles motivos de algo así y nos hacemos cruces pensando qué extrañas razones pueden llevar a tomar decisiones que, desde nuestro punto de vista, no responden a lógica alguna. Preguntas que nos hacemos y que no tienen respuesta en nuestra manera de ver las cosas, con nuestra perspectiva de analistas, y mucho menos la tendrán en la cabeza de actores que, con toda la ilusión, habrán dedicado su tiempo y esfuerzo a dar lo mejor de sí mismos para aportar su granito de arena a un posible triunfo en la parrilla.
Se entiende que unos y otros nos devanemos los sesos pensando el porqué de algunas decisiones y las pruebas nos dan la razón muchas veces, pero eso no significa que las cadenas sean caprichosas, que encarguen proyectos sin pies ni cabeza, ni que hagan las cosas mal a propósito, pese a que a veces sea complicado encontrar otros motivos para sus decisiones. A menudo no tenemos el mapa completo del viaje que se quiere emprender y por eso no entendemos la elección de las alforjas. En otras ocasiones, encontramos por el camino inesperados compañeros que dan al traste con los planes iniciales y se nos queda en el armario esa chaqueta de plumas, para la que no parece surgir una nueva ocasión.
Esto no quiere decir que las cadenas acierten siempre con sus decisiones, ni mucho menos y tenemos pruebas más que suficientes de ello, pero sí que debemos dejar que se la peguen si quieren sin inmiscuirnos en sus responsabilidades, de la misma manera que ellos no nos dicen a los críticos y opinadores cómo ni de qué debemos escribir o, como dice Adriana Ugarte, de la misma manera que ellos no le dicen a los actores en qué centros deben formarse, de qué manera meterse en un papel o como recurrir al recuerdo para el llanto.
Otra cosa es que los directivos de las cadenas pidan rehacer escenas, retocar diálogos o incluso cambiar actores para que el producto final se adapte a lo que ellos están buscando. Otra cuestión es que algunos tengan el talento necesario para tomar estas decisiones de la forma adecuada o metan la pata desde su posición dominante, que seguro que los hay. Pero todas estas cosas no hacen que las declaraciones de la actriz sean un peloteo a las cadenas, como han dicho algunos, ni supongan un desconocimiento de como funcionan ciertas cosas, como afirman otros.
Desde mi punto de vista, no es bisoñez, es saber qué papel juega cada uno en esta cadena y no sacar los pies del tiesto cada vez que las cosas no salen como a uno le gustaría, que es algo que muchos están haciendo últimamente sin medir el tono. De la opinión a la exigencia sin medida hay un salto en el que muchos pegan grandes tropezones.
A todo esto, las declaraciones de Adriana Ugarte se hacen al hilo del estreno ayer noche de Habitaciones cerradas, una miniserie de TVE que lleva un año en un cajón y que por fin veía la luz, con una audiencia bastante pobre, de apenas millón y medio de espectadores. La competencia de GH16 y, sobre todo, el partido de Champions del Real Madrid, hacían de su ubicación en la parrilla una mala elección, que se dejaba por el camino un millón de espectadores con respecto a la emisión la pasada semana del último episodio de Olmos y Robles. Saquen ustedes su propias conclusiones.