Ayer tuve ocasión de ver el primer episodio de la nueva serie de Antena 3, Mar de plástico. Con casi todo el material aún por componer y aún tres semanas de grabaciones en Almería por delante, la cadena ya la promociona con un fantástico trailer en el que destacan principalmente dos cosas: la luz, anaranjada y sofocante, y la tensión permanente a la que están expuestos sus personajes, regados por un mar de sangre tan roja como los tomates que se cultivan bajo esos invernaderos que dan nombre a la ficción.
Muchas caras conocidas entre los protagonistas, como Rodolfo Sancho, Pedro Casablanc, Belén López, Jesús Castro o Luis Fernández, pero también nuevos talentos que no dejarán indiferente. Las caras más jóvenes y nuevas son las de Nya de la Rubia, Will Shepard, Yaima Ramos o Andrea del Río, con el papel más intenso y probablemente uno de los más lucidos de una serie que, no solo no huye de la violencia, sino que se recrea por momentos en ella, con gran brutalidad, indiscriminadamente, llegando a conseguir que la sádica manera en que tiene lugar el asesinato que da pie a la trama sea casi lo que menos nos incomoda.
Acudía al visionado del episodio algo preocupada por la gestión de expectativas. Como ya sabréis, tuve oportunidad de estar presente en el rodaje de la serie hace un par de meses y la experiencia de vivir en persona el asfixiante calor que nos rodeaba, las conversaciones con los actores y directores y el ambiente general de la zona hacían que la historia prometiera algo bueno. Nos encontramos ante una serie de Boomerang TV, que ha demostrado su saber hacer ya en numerosas ocasiones, pero que se consagró con El tiempo entre costuras, muy especialmente por su sensibilidad a la hora de crear un ambiente, su tratamiento de exteriores y su ausencia de miedo a las producciones ambiciosas. Todo ello supone un reto, pues una vez se llega a ese punto es complicado no defraudar a un público que espera que se siga creciendo. Por no hablar de la crítica, que ha dejado de lado ese manido término de «para ser española» que acompañaba a muchas de las nuevas producciones y que justificaba algunos defectos propios de la producción nacional y que ahora han dejado de ser inevitables para dar paso a producciones mucho más dignas y competitivas.
En este temor a encontrarme con algo menos lucido de lo esperado, he de reconocer que el principio del episodio sí me pareció algo flojo, quizá por la dificultad de encajar algunos acentos en actores de sobra conocidos (Pedro Casablanc principalmente) y por la aparente necesidad de explicar excesivamente algunas cuestiones que vienen dadas por la propia historia, que no hace falta resaltar y que en cualquier caso van a surgir, si no es en la propia serie, en todo lo que se escriba y comente sobre ella una vez estrenada. Dos rasgos que restaban naturalidad a una trama que empieza con fuerza y cuya tensión es algo irregular, alternando momentos muy potentes con otros más flojos que terminan poniendo sobre la mesa a todos los personajes que nos acompañarán en esta primera temporada en lo que al final resulta ser un muy buen planteamiento de relaciones y personalidades.
Desde la producción de la serie siempre se ha querido hacer mucho hincapié en la atmósfera que acompaña a los personajes, tanto los que trabajan bajo los plásticos y viven en condiciones casi infrahumanas, hasta los más poderosos del pueblo, sometidos todos ellos al calor, sudorosos, sofocados por el sol y lo que es peor, sus conflictos y la forma en que los abordan. Todo en la serie rezuma agobio y tensión, aunque el resultado final en términos de fotografía haya quedado más luminoso de lo que a priori pudiera parecer, incluso de lo que podemos ver en el trailer. También es esa luz la que destaca en la zona de Nijar, con interminables horas de sol y cielo azul, reflejados en el blanco de esos plásticos que se pueden ver desde la luna.
En Mar de plástico encontramos dos generaciones: la mediana edad, gente con hijos, segundos matrimonios, relaciones inacabadas y la de los jóvenes protagonistas. Engranadas ambas a través del papel de guardias civiles que encarnan Rodolfo Sancho y Nya de la Rubia, ambas son igualmente interesantes y fluyen con soltura, capaces de enganchar a dos tipos de público muy diferenciados. Especialmente entre el grupo de los más jóvenes, seguro que escucharemos hablar mucho de algunos de ellos que están a punto de ver como su vida cambia radicalmente.
Nos encontramos ante otro ejemplo de la nueva ficción que se esta haciendo en nuestro país, una ficción de la que estar orgullosos y tremendamente competitiva. Mar de plástico es un thriller que va a funcionar con total seguridad porque tiene todas las papeletas para hacerlo, el grado en qué lo haga solo dependerá de a qué lo enfrenten los «benditos programadores».