Tres días de estrenos en TVE y tres días de resultados nada desdeñables para una cadena que llevaba mucho tiempo sin acertar con sus nuevas propuestas, salvo de forma ocasional. Ayer concretamente, La1 sumaba más de dos millones de espectadores para ver el programa de entrevistas de Bertín Osborne, una cifra casi idéntica a la que lograba el regreso de Top Chef en Antena 3, líder de la noche o la emisión de Iron Man en Telecinco. Noche realmente igualada en la que habrá cambios sustanciales una vez Mediaset arranque con toda su maquinaria.
Entrevistaba Bertín a un Pablo Alborán hasta ahora difuminado tras la imagen lánguida que transmiten sus canciones para descubrirnos que, tras esa capa de aparente tristeza, se esconde un tipo simpático y normal, con poco tiempo para la diversión, pero absolutamente decidido a aprovecharlo.
Ganaba la imagen de Alborán con la entrevista, pero lo que más llamaba la atención del programa era el protagonismo que cobraba la figura del presentador a través de las imágenes de su casa y la participación de toda su familia en el formato, en una puesta en escena que muchos han calificado de reportaje de revista del corazón.
La decisión de mostrar la casa de Osborne no es algo colateral fruto de la decisión de hacer las entrevistas en casa del presentador (habrá otras que tengan lugar en casa del propio entrevistado). Al contrario, se busca mostrar las estancias con toda su riqueza, con movimientos de cámara que dan idea del tamaño, que prestan atención al mobiliario, que se pasean de un lugar a otro, del interior al exterior de la vivienda. La casa se convierte en protagonista, como lo hacen también la mujer de Bertín y sus anécdotas familiares o sus hijos, partícipes de la conversación de la mano de sus padres.
Al final, en esta primera entrega, el invitado se convirtió solo en una excusa para conocer más del polifacético Osborne, admirar su casa y sentir como si nos hubiéramos colado en una tarde familiar cualquiera a la que casualmente estaba invitado Pablo Alborán. Esto, que a priori resulta ser un gran defecto en un programa que pretende ser de entrevistas, no termina de dar mal resultado gracias a la soltura con que se desenvuelve Bertín delante de una cámara, pero habrá que ver si es suficiente para que el programa mantenga el interés.
Claramente influenciado por los programas de entrevistas de Risto tanto en su estructura, sus reflexiones en off, o en la manera de salpicar el programa de canciones, En la tuya o en la mía queda muy lejos de la profundidad a la que llega Mejide escudriñando la cabeza de sus entrevistados y resulta en su conjunto bastante más impostado. Pese a todo, resulta menos terrible de lo que a priori parecía y al final, como hemos comentado tantas veces, la gestión de expectativas hace mucho por los programas de televisión y, en este caso, Bertín y sus bertinadas salen realmente favorecidos.
Totalmente de acuerdo. Lo vimos sin mucha esperanza, y nos quedamos bastante sorprendidos.
La estrella es Bertín en su casa, pero como lo es Risto en su sofá. Quizá cuando vayan a casa de alguien la cosa cambie. Por nuestra parte le vamos a dar una oportunidad.