Mañana se preestrena en el FesTVal de Vitoria la nueva serie de Antena 3 Mar de plástico. Pendiente de las primeras opiniones de la crítica allí presente, creo que es interesante pararse a pensar en el contexto en el que nace una producción de estas características.
Personalmente, pude vivirlo el pasado mes de julio, cuando tuve oportunidad de acudir a la localidad de Níjar, en Almería, epicentro del rodaje de Boomerang TV, a más de 40 grados a la sombra. Un entorno que, con el bullir de la tierra, podría parecer un paisaje de agua de mar en calma, pero que no es otra cosa que cientos de invernaderos que han cambiado radicalmente la fisonomía de esta zona de Almería, hasta ahora puramente desértica.
En estas áridas tierras hubo un tiempo en que la industria de Hollywood se paseaba con sus carromatos, sus revólveres y sus diligencias, haciendo historia del cine a través de westerns que son recordados generación tras generación. También Cleopatra, Lawrence de Arabia o Indiana Jones pisaron estas tierras, tan fértiles artísticamente gracias a su particular luz y climatología.
Los años 60 fueron la auténtica época dorada de este escenario natural que desde entonces ha mantenido una cierta actividad cinematográfica, pero en claro declive, insuficiente para sacar adelante a una población con una alta tasa de paro y unas dificultades evidentes para construir un tejido industrial, mucho menos para vivir del campo, con un porcentaje ínfimo de tierra apta para cultivos en condiciones naturales.
Aunque los primeros invernaderos aparecen en la zona alrededor de los años 50, es a partir de los 70 cuando su explotación se vuelve masiva y los plásticos se convierten en la principal fuente de riqueza y trabajo para la sociedad almeriense, que vuelve su mirada a los tomates, los pepinos, las sandías y otras variedades de frutas y verduras que harán de esta zona de Andalucía la llamada huerta de Europa.
Las producciones cinematográficas dejan paso así a los invernaderos y los equipos de rodaje, armados con trípodes, cámaras y sus estrellas de cine, se ven sustituidos por centenares de inmigrantes que solo con sus manos y a menudo a horas intempestivas para poder sobrellevar el calor, levantan la economía de una región casi desconocida, ignorada por los medios de comunicación, por los políticos y por muchos de sus conciudadanos.
Es así como llegamos a 2015 y cómo las cámaras, en este caso las de televisión, regresan a la zona para trabajar, para hacer ficción, pero esta vez con un trasfondo real, uno que hace protagonista a la propia Almería, uno que muestra a los espectadores las dificultades a las que han de enfrentarse los habitantes de esta zona, los de ley, pero también los que están de prestado, víctimas de un sistema imperfecto en el que son tan necesarios como prescindibles, en el que son tan apuntados con el dedo como invisibles.
La producción de Mar de plástico podría parecer, a simple vista, una producción de ficción más en la futura parrilla de Antena 3 pero, cuando asistimos a su grabación y hablamos con los actores que la protagonizan, nos damos cuenta de que hay mucho más tras esta historia de un asesinato que bien podría haber ocurrido en una gran capital urbana pero que, en esta ocasión, cobra un nuevo sentido, al ubicarse en una pequeña y árida localidad de este mar de invernaderos.
Los enfrentamientos raciales, las difíciles condiciones en las que viven algunos de los temporeros, la falta de empatía y a veces de humanidad de algunos de los dueños de las plantaciones y también la sensación de invasión que tienen los habitantes de la zona, se vuelven tan protagonistas como la víctima del asesinato, su familia o los guardias civiles que lo investigan, poniendo el foco en una situación que, aún mostrada como parte de una historia no real, se aparece ante las cámaras como un verdadero hervidero de problemas, como una fuente de conflictos en permanente estado de excitación que puede saltar por los aires en cualquier momento, que puede llegar a las pantallas de televisión de forma abrupta, no a modo de serie, sino como pieza de apertura de todos los informativos.
Mar de plástico está aún en fase de grabación y su fecha de estreno pendiente de integrarse en la meticulosa estrategia de Antena 3 pero, si hay algo que parece claro, es que su arranque en televisión será mucho más que un simple estreno: hará que mucha gente se sorprenda con este inusual paisaje y que conozca las dificultades del día a día de una sociedad que, estando tan cerca, parece tan distinta.
Con este estreno muchas cámaras de televisión mirarán al sur como no lo habían hecho antes, se harán piezas de investigación, se entrevistará a los dueños de los invernaderos, a los habitantes de sus pueblos, a los inmigrantes que allí trabajan. Nos echaremos las manos a la cabeza y nos congratularemos de la vida acomodada que llevamos mientras otras personas han de vivir en situaciones extremas, no solo mientras trabajan, también cuando regresan a sus casas, a sus barracones. No será por mucho tiempo y no faltarán las asociaciones que critiquen la imagen que se da de alguno de los colectivos que aparecen representados en la serie, siempre ocurre, especialmente en aquellos que no son capaces de separar la realidad de la ficción, que no terminan de entender que es necesario exagerar algunas características de gentes y pueblos para que el mensaje cale, para que la composición que se hace de un contexto tenga sentido más allá de la mera representación de las cosas a modo de documental.
Mar de plástico no nace como una serie destinada a la crítica social, pero sí forma parte de una nueva manera de entender la ficción. Una que, a base de ilustrar las tramas con escenarios reales y con conflictos reales, busca mostrar – y me atrevería decir que hasta denunciar – cuestiones que de otro modo pueden resultar demasiado áridas, demasiado complicadas y hasta dolorosas, haciendo que el gran público huya de ellas y no se interese.
Lo hemos visto anteriormente con El Príncipe, la producción de Telecinco que ha sido líder de audiencia en cada emisión de los episodios de sus dos únicas temporadas, a punto ya de concluir y que, al margen de la apasionada historia de amor entre Fátima y Morey, principal atractivo sin ningún lugar a dudas de la serie, ha puesto en primer plano la complicada vida de quienes habitan este conflictivo barrio de Ceuta.
Cuando se estrenó El Príncipe, todas las miradas se volvieron a esta ciudad fuera de nuestras tierras, desconocida para muchos, tan bella con sus casitas de colores como oscura por su fama de ser cuna de terroristas islámicos, difícil en cualquier caso por la complicación que supone integrar dos culturas tan distintas, dos religiones tan enfrentadas. ¿Quién sabía que existía esto antes de que Jose Coronado y Alex González se enfundaran en sus personajes? En nuestro propio territorio, dependiente de nuestros mismos políticos, gente como nosotros, pero tan lejos de nosotros en tantos aspectos.
Es una nueva manera de hacer ficción que podríamos calificar de ficción-protesta o ficción-denuncia. No es posiblemente la principal motivación de sus creadores, ni siquiera la de las cadenas que las emiten, pero es una mirada a zonas de conflictos que, por su tamaño en la gran fotografía mundial, no parecen importantes, pero que, para sus gentes, sus protagonistas, son mucho más grandes que la mayor de las tragedias. Porque es la suya, la de sus hijos, la de su día a día.
Mar de plástico es un espectáculo de luz, un impresionante filtro natural que todo lo cubre de calidez, exagerada hasta el ardor, por momentos insoportable. Un regalo para cualquier director de fotografía, para crear una identidad propia a una serie que, en la piel de actores tan conocidos como Rodolfo Sancho o Jesús Castro es mucho más que una bella y cuidada selección de imágenes.
Una oportunidad más que nos ofrece esta nueva etapa de la ficción española que vivimos, en la que se dejan de lado las historias para todos, los desayunos familiares y las tramas de usar y tirar, para dar cabida a la reflexión, a la intimidad, al conocimiento de una realidad a través de las historia que alberga. Porque vivimos en una sociedad cada vez más anestesiada, cada vez menos afectada por los medios, en la que paradójicamente, es la ficción la que más nos conmueve y a través de ella podemos encontrar una manera de contar la Historia más allá de sus historias.
[…] al visionado del episodio algo preocupada por la gestión de expectativas. Como ya sabréis, tuve oportunidad de estar presente en el rodaje de la serie hace un par de meses y la experiencia de vivir en persona el asfixiante calor que nos rodeaba, las […]