(OJO SPOILERS: Si no sabes cómo termina esta serie documental ni qué ha sido de su protagonista en los últimos meses, quizá no quieras seguir leyendo, aunque puede que te ocurra como a mí y conocer el final te haga disfrutar más del conjunto. Lee bajo tu propia responsabilidad)
En 2010 Andrew Jarecki firmaba como director la película All Good Things, protagonizada por Ryan Gosling y Kirsten Dunst, la conocida historia de Robert Durst, un millonario norteamericano acusado de haber matado y desmembrado a su vecino, tras una vida llena de hechos desgraciados como el suicidio de su madre, la desaparición de su primera esposa y la muerte violenta de una de sus mejores amigas.
Aunque la película no se mostraba como una biografía y los nombres de los protagonistas estaban cambiados, no era ningún secreto que se trataba de la recreación de la historia de Durst, algo que debió tocar su fibra más egocéntrica y hacer que, tras décadas eludiendo a la prensa, diera el paso de contactar con Jarecki y ofrecerse a concederle una entrevista.
Y es aquí dónde la realidad alcanza unas cotas de surrealismo inverosímiles y la historia conocida por todos y contada de forma lineal, aburrida y sin apenas intriga que vemos en la película, se convierte en una apasionante serie documental de apenas seis episodios que la cadena HBO emitía hace apenas unos meses en EE.UU. con un final de infarto: el descubrimiento de una pista casi irrefutable como prueba de su culpabilidad en uno de los asesinatos y la indiscreta confesión de los mismos por parte de Durst. El protagonista de esta historia, solo en los servicios del hotel donde grababan su última entrevista, no es consciente de que tiene el micrófono aún abierto y, en uno de sus habituales monólogos en voz alta, confiesa haber cometido los tres asesinatos de los que es sospechoso.
En el momento en que se emitió esta ultima entrega de la serie el shock fue mayúsculo entre los espectadores y se habló mucho del asunto, tanto que yo no pude evitar conocer el desenlace de la historia mucho antes siquiera de pensar si merecía la pena verla. Creo que es la primera vez que un spoiler me ha hecho disfrutar aún más de una narración, pues no conociendo la manera en que se desarrollaban los acontecimientos pero sí su final, he sido capaz de recrearme mucho más en el personaje del villano, sorprenderme con su frialdad, plantearme si es un loco o un demonio y hasta sentir escalofríos cada vez que me fijo en el negro de sus ojos, profundo y exageradamente grande.
Parece mentira que, siendo la película tan sumamente corriente y estando dirigida por la misma persona que la serie, puedan obtenerse dos productos tan diferentes y es que esta última es realmente soberbia. La manera en que está construida la tensión, la forma en que se nos van desgranando los detalles de la vida de los personajes, las cuestiones morales que se plantean, la verdad de las declaraciones de los protagonistas, mostradas de tal manera que logran crear auténticos personajes. Lo apasionante de la historia real, que es mucho más retorcida de lo que cualquier guionista se hubiera atrevido a escribir para conservar un mínimo de credibilidad. Sí, hay muchas trampas en la narración para hacerla más impactante, pero nada que no haya ocurrido realmente, nada que no sea verdad y saber hacerlo así es un mérito y no algo que deba ser criticado.
The Jinx (El gafe) es, sin ninguna duda, una de las mejores piezas de televisión estrenadas este año, pues es capaz de aglutinar en seis brillantísimos episodios todo aquello que una buena pieza narrativa ha de tener. Es un ejercicio maravilloso de creación televisiva pero además podemos casi afirmar que irrepetible pues una de las bazas con las que cuenta para dejarnos con la boca abierta hasta el final es ese impactante desenlace que difícilmente volverá a repetirse jamás. Un golpe de suerte, impropio de alguien como Durst.