No, no me he vuelto loca y pido que haya más drama en la vida para que alguna mente enfermiza disfrute de ello viendo la televisión, es solo un juego de palabras para mostrar mi tristeza por el final de la serie británica Catastrophe, de apenas seis episodios y con solo media hora de duración por entrega.
Demasiado breve todo para una de las series que más he disfrutado en los últimos meses y eso que entre sus virtudes no se encuentra la intensidad de ningún tipo, más bien al contrario pues, si con un adjetivo podemos calificar la historia que nos cuenta esta obra y de la manera en que se comportan sus protagonistas es «tranquilidad».
Catastrophe es la historia de una británica y un americano que se conocen una noche cualquiera y comienzan una relación sexual absolutamente libre y sin complejos, una en la que no hay ataduras ni compromiso, con la ausencia de complicaciones que da saber que el otro estará a miles de kilómetros en un par de días… o no. (Y A PARTIR DE AQUÍ VIENEN LOS SPOILERS).
Porque, tras unas pocas noches de pasión sin freno, la protagonista de Catastrophe descubre que está embarazada algo que, pasados los 40 y cuando no tienes pareja estable, supone otro tipo de problema existencial más allá de la decisión sobre si seguir adelante con un embarazo no deseado de un hombre que solo es un rollo ocasional. Y peor aún se pone la cosa cuando él decide ser todo un caballero y apoyarla en todo el proceso, incluso casándose con ella y abandonando toda idea de regresar a vivir a EE.UU. Pero si todo suena tan perfecto ¿Qué podría ir mal?
Pues prácticamente todo lo que imaginemos y, sin embargo, todo lo que vemos en pantalla son dos personas absolutamente dispuestas a enfrentarse con cariño (no existe amor entre estos dos, por mucho que su relación sea bastante mejor que muchas otras de gente enamoradísima) y la mejor de las disposiciones a lo que la vida les ponga delante, por complicado que pueda parecer, como si se tratara del último tren que pasara por su estación, con la facilidad que da haber encontrado a alguien que de pronto parece haber estado siempre ahí, alguien a quién quizá no habrías elegido, pero con quién vas a intentarlo con toda tu mejor predisposición.
Y es que, si algo es maravilloso en esta serie, es esa sensación que tenemos cuando vemos a sus protagonistas de que, más allá de la pasión que encuentran cuando su relación es puramente sexual, su conexión está en otro nivel, el que dan años de convivencia, de ausencia de complejos, de saber que el otro te conoce perfectamente y puedes hacer o decir cualquier cosa porque hay confianza para ello. Una deliciosa sensación en dos adultos que apenas acaban de conocerse y han dejado atrás su vida de solteros para, precipitadamente, formar una familia.
Tal es su conexión, tan bien los vemos en cada momento, por incómodo que pueda ser, que solo la escena final y su estallido de ira y rencor se ven fuera de lugar, solo en ese momento aparecen sobreactuados, mal interpretados, como si en cualquier instante fueran a echarse a reír de las tonterías que están diciendo.
En apenas 180 minutos de serie hemos llegado a cogerles tanto cariño, a desear con tanta fuerza que su relación funcione, a quererles en nuestra vidas, que esa escena final se vuelve realmente dolorosa, comprensible tras meses de angustia, de stress contenido, de malas noticias y de huída hacia adelante, pero francamente cruel. Porque queremos que les salga bien, porque se han vuelto imperfectamente y catastróficamente adorables.
No hace falta ser un cuarentón con una vida desordenada para empatizar con ellos pero, si lo eres, no dejes de ver Catastrophe, te gustará como a los veinteañeros les gusta Girls, aunque su sencillez no llegará a granjearle ni el reconocimiento ni el éxito de la comedia de HBO. Hasta en eso ellos son más tranquilos.