Mucha gente deja de ver algunas series y películas por considerar que son demasiado violentas, desagradables, que existe una brutalidad gratuita en ellas que repele y hace incómodo su visionado. Puede parecer que este grado de brutalidad es sencillo de conseguir, que basta con pegar, asesinar vilmente o proyectar chorros de sangre sobre paredes y pantalla para ser considerado un animal creativo pero en realidad no, se trata de mucho más que eso.
Juego de Tronos es quizá uno de los ejemplos más referenciados recientemente. Sus muertes constantes y sádicas, sus cabezas cortadas, sus violaciones, son tan esperadas como criticadas y últimamente se les acusa de un exceso de brutalidad que no es sino un reflejo de una sociedad y una literatura ampliamente conocida, pero que parece resultar excesiva en un público que parece no saber qué es lo que está viendo.
Hannibal es otra de las series que más brutalidad muestra, aunque en este caso se trate del ejemplo contrario a la serie de HBO. Aquí todo es excesivo pero al mismo tiempo estético; desagradable pero bello, inteligente, minucioso. Tan brutal es la manera en que se muestran los cuerpos despiezados, que a menudo terminamos por verlo desde fuera, por no sentirlo como un crimen brutal, sino como una obra de arte, una muy limpia en la que la sangre solo forma parte del show, cuando está presente. Me atrevería a decir que lo más desagradable de Hannibal es ver a sus protagonistas comer esos platos compuestos por carne humana, unas delicias que solo el cocinero sabe de dónde proceden y que, en su perfección gastronómica, provocan un escalofrío en quienes vemos cada bocado como un ejercicio de canibalismo extremo y, lo que es peor, desapercibido para sus protagonistas.
En ocasiones, no es necesario siquiera ver con crudeza los detalles de una escena para que esta sea desagradablemente brutal, para que te deje mal cuerpo, para que, pese a ser consciente de que se trata solo de ficción, te deje mal cuerpo, como el que ve una pelea callejera. Rectify tuvo una de esas escenas al finalizar su primera temporada, una en la que el protagonista recibe una paliza criminal, una paliza que solo vemos en parte, pero que nos duele especialmente, aun sin saber si debemos sentir amor u odio por él, conscientes de lo duro de su camino hasta ahí caso de que finalmente se demuestre que nada tuvo que ver con el asesinato del que se le acusa. En los últimos años, pocas escenas me han parecido más desagradablemente violentas que esa.
Series norteamericanas emitidas en canales de pago (Juego de Tronos en HBO o Rectify en Sundance) o con una audiencia muy baja para la media del canal (Hannibal en NBC) que se nos antojan imposibles de emitir en el prime-time español en abierto, una franja habitualmente destinada a la ficción familiar, la comedia, el drama romántico o las aventuras y que, sin embargo, esta temporada ha abierto un hueco para un nuevo tipo de serie en la que una de sus características principales es precisamente la de no andarse con remilgos a la hora de provocar desazón en el espectador, desasosiego y hasta resultar desagradablemente violenta. Ocurre con Vis a Vis, la serie que nos devolvió a la mejor Globomedia, de la mano de un buen puñado de presas que convertirían a las protagonistas de Orange is the New Black, referente inevitable antes del estreno, en mullidos corderitos, especialmente en las dos o tres últimas semanas.
No se trata solo de la paliza que recibía Macarena, su protagonista, al terminar el episodio de la semana pasada, también de la manera en que pierde a su bebé, poco violenta en lo físico, pero desgarradora en el marco de un constante acoso en el que la presa es solo una víctima más, una que, siendo una buena persona metida en un lío, va a acabar convertida en lo peor por culpa de un sistema y una serie de personas dentro y fuera de el que, lejos de reinsertarla, la están destrozando como persona.
Vis a Vis está lleno de momentos violentos, es una de esas series que muchos no querrán ver precisamente por ello, porque les resulta incómodo pero, al mismo tiempo, esta brutalidad es la que te hace estar pegado a la pantalla cada semana, deseando que acabe la tortura, que todo pase, que ganen los buenos antes de que sea demasiado tarde… y desesperándote al final de cada episodio, consciente de que lo ocurrido solo agrava los problemas y que por primera vez, asistimos a un drama en el que estos buenos ya no van a ganar. Tan desagradable y triste que no puedes dejar de verlo y aplaudir la valentía de sus creadores y promotores. Vis a Vis tiene madera de serie de pago, no es para todos los públicos y sorprende que, en su espiral de violencia y dolor, haya logrado el visto bueno de una cadena que, antes considerada triste y plana, está apostando por removernos las tripas con venganza, violencia y desesperación. Están haciendo que me vaya a la cama con mal cuerpo cada jueves, pero vaya mal cuerpo más bueno… menos mal que a esas horas aún puedo echarle un vistazo a Supervivientes y cambiar de registro.
Qué curioso, yo he dejado de verla por los mismos motivos. Una serie muy sobrevalorada en mi opinión y que hace aguas por todas partes. Guiones muy flojos, en la línea de la mayoría de series españolas, con situaciones provocadas con muy poco talento. Pongo como ejemplo cuando el policía ve un pequeño agujero de bala en una pared de ladrillo que está a 10 metros de él o cuando al padre le da un infarto cuando secuestra al egipcio. !!Qué casualidad y qué fortuna!! Luego está el salvajismo gratuito, sin ningún tipo de justificación. En fin, creo que a esta serie le falta un poco más de talento a la hora de hilar y justificar los distintos actos en las tramas.