Las audiencias no respaldaron el proyecto de Telecinco y David de Jorge para reconquistar al público amante de las recetas de cocina, quizá por lo tardío de su hora de emisión o, más probablemente, por la dificultad de enganchar a un público que viene de Mujeres y hombres y viceversa y muy difícilmente sintonizará con el peculiar cocinero. Así, tras unos meses de buen producto y mala audiencia, se ha optado por despedir Robin Food e intentar reubicar el proyecto en otra franja (posiblemente una de esas buenas intenciones que no terminan por ser una realidad) mientras se sustituye el programa por uno que nada tiene que ver, pero que podía tener mejor encaje con el arrastre que deja el programa de pseudocitas de la cadena: hablo del recién estrenado Cámbiame.
Presentado por Marta Torné, Cámbiame es una versión diferente del clásico programa de patito feo, esas fórmulas que toman a alguien cuya imagen externa es un desastre y con cuatro consejos de unos buenos estilistas, un poco de dinero bien invertido y un extra de carmín, terminan por mostrar lo fácil que es cambiar el aspecto de alguien cuando se tienen ganas y algo de idea.
La fórmula es sencilla: como expertos tenemos una It Girl, Natalia Ferviú, el fashion blogger masculino con más tráfico de la red, Prince Pelayo y una de las caras más conocidas del cine y la televisión en lo que se refiere a estilismos y cambios de look, Cristina Rodriguez, quienes, al más puro estilo La Voz, evalúan a los aspirantes a cambiar de imagen mientras estos cuentan sus motivos deslizándose por una cinta transportadora. Cuando al menos uno de los expertos está por la labor de trabajar con el aspirante, se inicia el proceso, que empieza con la decisión de quién será el encargado de este trabajo de entre los que han apostado por ello. Salvo por la evidente necesidad de tener que ver al candidato, el principio es calcadito a las primeras fases de La Voz.
Una vez completado este proceso, el resto es exactamente igual a otras versiones de este mismo formato que ya hemos visto en múltiples ocasiones, aunque aquí todo ocurre mucho más deprisa, pues el programa dura apenas media hora y todo hay que hacerlo con prisas. Ropa nueva, peluquería, retoques de cabina estética y a cruzar de nuevo la pasarela sin haberse visto y observando primero como tus familiares más allegados lloran con tu nuevo yo. Se dijo que este programa sería diferente y trataría el tema del cambio más desde el interior, como un talent mental pero, al menos en su estreno, nada de esto se ha visto y todo ha quedado reducido a un nuevo tinte, un buen corte de pelo, ropa y zapatos nuevos acordes a la edad de la protagonista y unos buenos chutes de colágeno.
Todo quedaría resumido en un simple «un programa más de cambio de look» (lo siento, es exactamente aquello de lo que han querido huír, pero mucho me temo que no lo han logrado) si no fuera por un detalle que me ha tenido descolocada desde las tres menos cuarto de la tarde. En Cámbiame el tiempo es flexible, moldeable, infranqueable: pasamos de la elección de protagonista directamente a unas piezas pregrabadas en las que esta se va de tiendas y tratamientos con su asesora para luego volver a plató y reencontrarse con ela y el resto del equipo, vestidos igual que el día que la eligieron, como si todo hubiera ocurrido en una misma jornada, descolocando por completo la narración y al espectador. Inexplicable esta decisión creativa en la que sospecho se han liado algo intentando emular a La Voz, donde sí tiene sentido que los coaches estén vestidos siempre igual en las audiciones a ciegas, permitiendo editar de forma equilibrada la elección de candidatos, pero no aquí, donde cada programa tiene un único protagonista y es más que obvio que no se graba en una tarde. Muy raro que esto no se haya tratado de otra manera.
La verdad, para ser un programa tan sencillo, todo ha transcurrido de forma algo atropellada y sin un hilo diferenciador y solo me queda pensar que se trate de un contenedor publicitario para las marcas de estética, moda y complementos que salen muy claramente en pantalla y que les haya dado vergüenza llamarlo ‘branded content’.
¿Tiene algo de positivo? Pues sí, el plató funciona, el arranque ha sido muy bueno con la presencia de Soraya cantando en directo el tema del programa y los asesores están sueltos y parece que entre ellos hay la necesaria fluidez. Si a esto le sumamos la presencia, breve pero siempre solvente, de Marta Torné, la cosa mejora, pero que nadie espere revolución televisiva por aquí.