Muchas y muy distintas han sido las reacciones a las sorprendentes declaraciones que Ruth Lorenzo hacía anoche en Viajando con Chester, una entrevista de la que salieron tantos titulares dramáticos que muchos de los espectadores llegaron a punto de saturación que les llevó a no creer ni una palabra de lo que la eurovisiva contó.
No pienso entrar a juzgar si esta chica ha tenido una vida ciertamente desgraciada o si abusa del dramatismo para darse una importancia que no logra de otra manera, dos de las opiniones más frecuentes entre la audiencia tuitera del programa, pero sí he de reconocer que el conjunto de la entrevista me dejó un cierto mal sabor, como de haber cruzado alguna línea roja.
Tanto si se trata de una historia real como si es una fabulación o una exageración, la manera en que un personaje famoso cuenta determinados episodios de su vida privada debería tener como finalidad dos cosas: conocer mejor a la persona que hay detrás del famoso pero, sobre todo, servir de ayuda a quienes en su misma situación pueden sentirse comprendidos, acompañados, esperanzados, por el simple hecho de que alguien que triunfa en la vida pública, alguien a quién quizá admiramos, pueda estar pasando por lo mismo o, mejor aún, lo haya superado.
Lo hemos visto recientemente en casos muy específicos, principalmente con enfermedades graves, en boca de personajes populares que cuentan su historia, primero porque no les queda otro remedio, ya que vivimos en un mundo en el que algunos están condenados a que todo se sepa, pero también porque creen estar haciendo algún tipo de campaña de prevención o concienciación con ello, algo muy loable si no hacen caja con el asunto, que sería otra cuestión a debatir. Cada año que pasa en la vida de estos personaje conocidos es un año de esperanza para quienes, en su misma circunstancia, temen no llegar a la siguiente primavera.
El problema con la entrevista de Ruth Lorenzo es que estas buenas intenciones no se veían, no lograban traspasar la pantalla y yo solo podía ver una entrevista personal demasiado personal, una en la que primaba todo un submundo dramático y lleno de interrogantes que, de manera intencionada y evitable, llevaban a un lugar muy feo. Una entrevista en la que lo profesional quedó relegado a un segundo plano, pero no en la manera que podemos esperar de una entrevista íntima, sino en la que incomoda, en la que te hace pensar si el entrevistado no debería ser frenado antes de infligirse más daño o dar tantas herramientas a sus haters para que se lo hagan.
Hace apenas unos días que el superexitoso Rubius se abría también en canal frente a Risto en su Al rincón de pensar, contando cómo la fama le había llevado a encerrase en casa más de un año, víctima de una popularidad que no le dejaba llevar una vida normal. Fue duro y muy triste, fue sorprendente y hasta incómodo, porque ver sufrir a alguien en televisión a mí me parece especialmente complicado de gestionar, pero fue un instante, un elemento más de una larga entrevista en la que, si bien este drama fue el que acaparó los titulares, también fue el que dejó un mensaje positivo, el del drama superado, el de la vuelta a la normalidad, el de cómo una mala experiencia puede hacer madurar a alguien que, aunque aún sufra al recordarlo, ha recuperado su camino.
El caso de Lorenzo nada tiene que ver con esto, más bien todo lo contrario. No sé donde esta el mensaje positivo, no sé dónde radica ver a alguien aparentemente fuerte contar cosas que llevarían a cualquiera a volverse loco y darte cuenta de que ella tampoco está bien (ella misma lo dice), pero mucho menos entiendo que, mostrándose vulnerable a lo que de ella se dice en las redes sociales como se mostraba, se emita una historia así, que es imposible que le haga ningún bien en lo personal, y no hay más que leer un poco de lo que se comentaba en el hashtag del programa. Me atrevo casi a decir que es hasta irresponsable, que se ha confundido la entrevista en profundidad con la publicación de cosas que deberían quedar en el ámbito de la intimidad de la persona, al menos hasta que esta demuestre que las ha superado… y no era el caso.
A mí la entrevista me dio mucho pudor, como si estuviera leyendo una historia clínica a escondidas. Todo ello asumiendo que lo contado sea verdad porque, si no lo es, como apuntaban algunos cuya incredulidad también se salía de madre por momentos (lo siento, pero yo soy incapaz de juzgar a alguien por una historia así asumiendo que es mentira, solo por el miedo a equivocarme y azotar injustamente a una víctima) sería entonces otro tipo de problema.
A mi sinceramente me cuesta comprender la decisión del programa de llevar a Ruth Lorenzo. Llámame crítico, pero creo que el Chester merece personas de un mayor calibre profesional. No digo famosos, digo personas que destaquen por grandes personalidades. Al menos, es lo que yo espero de este formato. Muy difícilmente veríamos a determinadas personalidades sentadas en el sofá hablando de una forma tan cercana de diferentes aspectos de su vida cuando son notablemente conocidas por su ámbito profesional, por ciertos logros profesionales muy destacables. Sin mérito de desmerecer a Ruth Lorenzo pero para mí la diferencia es… notoria. Quizás un tanto defraudante como espectador en cierto sentido.
Todo esto precedido de un programa de bebés reborn lo que para mí fue una noche…. Demasiado dramática, attention whore en cuatro. Y luego José Bono, no entiendo nada. Peras con morcilla.