Dos cuestiones relacionadas directamente con la información se están debatiendo estos días y ambas cuestionan los principios por los que se rigen algunos programas de televisión, por no decir todos, y en general la información periodística en cualquiera de sus ámbitos.
De una parte, en relación a la decisión de no vacunar a los hijos, algunas voces apuntan a que en televisión solo se debería dar voz a opiniones autorizadas, con argumentos veraces y científicamente comprobados. Personalmente, no puedo estar más en desacuerdo con esta afirmación, pues entiendo que la labor periodística no consiste en juzgar qué argumentos son o no veraces en un determinado conflicto, sino en mostrar todas las opiniones en torno al mismo, permitiendo al espectador entender los motivos que llevan a unos y otros a hacer o decir lo que sea que hacen o dicen.
Si la información que vemos en televisión solo diera voz a las personas que defienden una determinada postura, llamémosle la legal, la científicamente comprobada, la éticamente sustentable, nunca conoceríamos los motivos que llevan a algunos a saltarse las normas, a poner en riesgo la vida de los demás o, incluso, a asesinar vilmente a quienes consideran sus enemigos, por poner solo unos pocos ejemplos.
En el caso concreto de los padres que no vacunan a sus hijos, podemos estar o no de acuerdo con su planteamiento, pero me parece informativamente relevante saber por qué lo hacen, qué argumentan , aunque sus ideas puedan parecernos absurdas o descabelladas. Afirmar que darles voz es alimentar que otros padres hagan lo mismo, poniendo en riesgo la salud pública, es no querer ver que existe un problema, que hay falta de información, que hay gente que piensa distinto y a quienes hay que escuchar aunque solo sea para rebatir sus argumentos.
En última instancia, dar espacio únicamente a una manera de pensar, la «correcta», presupone una labor de opinión y adoctrinamiento por parte de los medios que no es la función que estos deberían tener.
En este sentido, otra animada discusión en twitter planteaba si los medios de comunicación han de ser o no imparciales y en este tuit de Maurizzio Carlotti se hacía una distinción muy acertada. Una cosa es la imparcialidad, es decir, la ausencia de opinión, y otra muy distinta la pluralidad, que es la suma de muchas opiniones, parciales todas ellas. Defiende Carlotti que las televisiones públicas deberían aspirar a la primera, mientras que es labor de las televisiones públicas aportar la segunda.
Personalmente, me inclino más por la idea de que todas hayan de ser plurales, pues nada enriquece más una información que la suma de las opiniones en torno a ella, de las distintas gamas de grises que la definen. Dar información objetiva completamente, al estilo Ana Pastor cuando dice «estos son los datos, suyas son las conclusiones», es muy complicado y aunque hay que valorar los intentos por hacerlo, no tengo claro que sea posible más allá de un periodismo de datos meramente numérico.
La lucha por una buena información no ha de estar en la búsqueda de lo aséptico, sino en proporcionar primero los datos tal como son y luego una amplia oferta de desarrollos sobre esa información desde los distintos puntos de vista posibles para que luego cada cual se forme su propia opinión. También es cierto que los de las opiniones podrían ser menos extremistas y más empáticos, pero esto ya es una cuestión más de espectáculo televisivo que de información.
En cualquier caso es esta pluralidad la que verdaderamente enriquece, siempre y cuando no se falte a la verdad, que es algo en lo que a menudo se tropieza, confundiendo la opinión personal con los hechos, en ese concepto tan extendido de «mi verdad». Pero esa es otra historia.
La primera parte me recordó al vídeo-sketch «Debate sobre el cambio climático… con representatividad estadística de cada bando» http://www.microsiervos.com/archivo/ecologia/debate-cambio-climatico-representatividad-estadistica.html de John Oliver https://www.youtube.com/watch?v=cjuGCJJUGsg