Que el estreno de Así de claro ha sido un rotundo fracaso, es una afirmación muy poco rebatible, no solo por los raquíticos datos de audiencia logrados, también por la sensación de no avanzar que proyecta sobre unos espectadores cansados ya de ver cómo se cometen los mismos errores una y otra vez.
El formato del programa que dirige Buruaga, a quién debo felicitar por ese breve pero sentido homenaje a Jesús Hermida al principio de su discurso, partía de una base muy problemática: la mala imagen de TVE en todo lo relacionado con la información general y más todavía si se trata de información política. Podemos argumentar si esta manipulación de la que se les acusa es real, si la constante propaganda del partido en el gobierno es tal como se denuncia o no hay para tanto, pero si algo está claro, es que el mensaje ha calado entre los espectadores y los españoles en general, de tal manera que todo proyecto que nazca con intención de hablar sobre política o sociedad nace con la letra escarlata grabada a fuego. ¿Que es injusto? Pues muy probablemente, pero tampoco veo que se luche contra ello de la mejor manera.
El formato de Así de claro es algo más dinámico que el tradicional debate político al que estamos acostumbrados, tiene distintas secciones y una buena idea con la introducción de opiniones de los ciudadanos por medio de un pantallón que da una imagen como mínimo, diferente y llamativa. Es un programa de correcta estructura y con temas de actualidad relevantes. Y sin embargo, en su amplia elección de colaboradores, se comete el mismo error de siempre, el que está dando a TVE esa imagen imposible de restituir hasta que no se cambie lo esencial: quienes aparecen en pantalla.
No digo que la culpa sea de los periodistas o analistas invitados por expresar su opinión, tan respetable como la de cualquier otro, sino de hacer un intento serio en la dirección de los programas por refrescar las caras que se eligen, por evitar el juicio previo que los espectadores hacen, antes incluso de que estos abran la boca, por la mochila que traen acumulada tras años de presencia mediática, mayoritariamente en favor de una misma idea. Del mismo modo que necesitamos una regeneración en política, con caras nuevas, con nuevos proyectos, con incógnitas que merece la pena descubrir, con prejuicios que estamos dispuestos a constatar pero que observamos atentamente por si nos desmienten, en la prensa es igualmente necesario y si hay un sitio donde esto es urgente es en TVE.
Hasta que en la cadena pública no se haga un verdadero esfuerzo por la renovación, por evitar los prejuicios del público, muchos de ellos ganados a pulso, será imposible que un programa de estas características salga adelante. Es como la negativa a entender que existen muchos más medios de comunicación más allá de las cinco cabeceras de prensa que encontramos en el quiosco, negativa permanente en los repasos a portadas del día siguiente en cualquiera de los programas de TVE, como si algunos nuevos medios (no tan nuevos ya) no hubieran demostrado ya tener la misma entidad que sus antiguos compañeros de papel, incluidos algunos que aún están por nacer.
Si alguien tiene la capacidad de arriesgar con análisis y debates serios sin necesidad de grandes y reconocibles nombres que atraigan o expulsen a la audiencia, esa es TVE, que en su labor de televisión pública, bien podría empezar por dar cabida a gente de segunda línea (que no de menos calidad, solo menos conocidos). Empezando por ahí, ya callarían muchas bocas. Otra cosa es lo que luego esos nuevos colaboradores digan, pero al menos tardarían unos cuantos programas en formar una opinión negativa en la mente de los espectadores.