Con una semana de retraso y a punto de emitirse, esta misma noche, su segunda entrega, me puse a ver El rincón del pensar, con la principal curiosidad de saber si se parecería a Viajando con Chester o si habrían apostado por un nuevo cambio de registro.
Lo primero que encontré fue un fabuloso monólogo nada más comenzar, al estilo del que hacía en el programa de Cuatro, pero con un doble sentido imposible de pasar por alto, con claras pataditas por debajo de la mesa a Mediaset y la música del «Show must go on» de Queen, seguidos de una oscura y muy llamativa la cabecera. He de reconocer que me sigue pareciendo todo un detalle que las cadenas y productoras se molesten en trabajar una buena cabecera para sus programas y este es un buen ejemplo.
Entrados ya en faena y con la presencia de Borja Semper como primer invitado, la sensación es que estamos ante algo igualito, igualito que Viajando con Chester, aunque el formato pierde muchísima cercanía al cambiar el sofá por dos butacas enfrentadas en un plató tan desangelado y frío. El sofá favorece otras posturas, un lenguaje corporal realmente distendido que aquí se pierde. No solo es más frío para el espectador, también para el entrevistado, que pierde la sensación de estar conversando y pasa a ser un entrevistado como en cualquier otro programa, habilidades de Risto aparte.
Parece que en esta nueva etapa, como adelantaban en su promo, la tarea de su conductor es fiscalizar la actividad de algunos personajes, sacarles los colores por su actitud, por lo que han hecho o dejado de hacer, pero no de forma natural, sino como principal objetivo de la conversación, no estoy convencida de que me guste el cambio de tono o el exceso del mismo.
También Risto está algo más encorsetado, como jugando a ser periodista incisivo, cuando lo que nos gustaba de él en Viajando con Chester, al menos lo que más me gustaba a mí, era su distancia con la figura del entrevistador tradicional y su animada charla con una persona conocida a la que hace las preguntas que todos le haríamos, con la naturalidad que todos podríamos tener. Sí, habla con Borja Semper y le llama tío, macho, en lugar de tratarle de usted, pero sigo pensando que está en el papel de periodista más que en el de colega y algo me dice que la disposición de los muebles tiene parte importante de culpa.
Me llama la atención la realización, que en ocasiones parece la de aquellos anuncios del Sabadell en el que precisamente se mostraban conversaciones entre varios personajes populares, hay algunos planos con un movimiento que me atrevería a decir idéntico. Y hay otros generales, con el logo del programa y el nombre del entrevistado, que podrían ser perfectamente una foto fija promocional. ¿El ADN publicitario de Risto que se escapa por los cristales transparentes de sus nuevas gafas?
Me ha parecido adecuado el toque final a cada pieza en que el entrevistado da su opinión sobre el rato que ha pasado con Risto. No aporta gran cosa, no nos descubre nada, pero es una pincelada diferente que no desentona y está curiosa.
Por lo demás, es Viajando con Chester: mismo concepto, prácticamente idéntica estructura y espero que, en unas cuantas semanas, mismo tono natural.