Obviamente, spoilers sobre el episodio final de Mad Men.
Que los finales de series son algo complicado de abordar es algo claro. Que lo son tanto más cuanto mayor es el éxito y la expectación que les precede, otra obviedad. A nadie sorprende en ninguno de estos casos que las opiniones de los críticos y los seguidores habituales sean a menudo contradictorias, que haya quién los deteste y quién los abrace con pasión. Por eso, cada vez que una serie mítica termina su andadura televisiva, el análisis de ese último episodio se multiplica, se analizan hasta sus más pequeños detalles y se termina llegando a una conclusión: gusta o no gusta.
En el caso de Mad Men, sin embargo, pese a las expectativas y a la loca teoría que en las últimas semanas predecía que Don Draper terminaría lanzándose de un avión en paracaídas para desaparecer del mapa forrado de dinero, la realidad nos ha dejado con un final tan flojo, que ni siquiera ha generado polémica o pasión entre sus seguidores. Y eso es casi lo peor que podría haber pasado, que el destino final de sus personajes quede diluido en un desenlace sin sangre, casi tan monocorde como el Ohmmmm! con el que Dick se despide de la audiencia.
Es obvio que Draper estaba en un camino sin retorno, que había quemado su vida de forma tan rápida, que la había consumido a bocados tan grandes y excesivos, que solo le quedaba por probar la paz y la vida tranquila, pero no me convence que opte por quedarse en esta especie de comuna hippie y silenciosa donde todo el mundo va a contar sus penas. No me convence que, después de una vida de excesos, su destino sea acabar escuchando las miserias de un grupo de infelices que no saben qué hacer con su vida. Habría servido como final de temporada, y muy flojo también, pero no tiene sentido como final de serie, no cuadra con nada de lo visto hasta el momento y no por sorprendente es bueno, no por rupturista es brillante.
El resto de personajes tienen finales en ocasiones más razonables, otros igualmente decepcionantes: desde Roger Sterling, embarcado en una nueva relación estable con Marie, hasta Pete, que opta por reconquistar a su mujer en la única decisión no mediocre de su vida personal. En este afán por dejar a los protagonistas emparejados, Mad Men decide que Peggy ha de terminar en brazos de un hombre y lo hace en una relación sin química, de puro compañerismo, una que tiene tan poco sentido como que Don acabe meditando en una cabaña en el bosque. Ella, que ha sido el símbolo de la mujer dueña de si misma, que nunca ha necesitado a un hombre para avanzar en su vida personal ni laboral, termina siendo tan tradicional como las demás. Mal, muy mal.
Por el contrario, Joan es la que se viene arriba como mujer emprendedora, la que apunta maneras de triunfadora, la que no está dispuesta a dejar que ningún hombre la manipule, ni mucho menos le corte las alas, transformándose así en símbolo del empuje y las ganas de cambiar las cosas, hasta aquel momento muy complicadas para una mujer independiente, mucho más si se trata de un mujerón como ella. Bien por Joan.
Si algo ha puesto de acuerdo a los seguidores de Mad Men es la regeneración del personaje de Betty, con ese cáncer terminal que va a acabar con su ilusión de estudiar una carrera, pero que la pone a la altura de las más aguerridas heroínas, de las más dignas despedidas, con esa carta que escribe a su hija en la que, aún fría como madre, como siempre fue, le da un voto de confianza para una vida de aventuras que desea la colme de felicidad. Pobre Sally, destinada prematuramente a ejercer de madre de sus hermanos, pero qué buena evolución ha tenido su personaje.
Con el repaso de los destinos de cada uno de ellos, vemos un cierto equilibrio entre quienes han tenido un final digno y quienes están fuera de su papel. Podríamos hablar así de un desenlace equilibrado, si no fuera porque son precisamente los dos personajes más fuertes, más simbólicos, Peggy y Don, quienes se salen de su trayectoria para terminar allí donde nunca los imaginamos, donde no solo no nos sorprende para bien, sino que nos decepciona, nos hace pensar ¿tanta intensidad en vuestras vidas para terminar así?.
Claramente, mi opinión sobre este final es un claro NO.
ACTUALIZACIÓN: Me comenta @ign74 que es muy posible que yo no haya entendido el desenlace y que ese anuncio de Coca Cola al final del episodio signifique que, tras su estancia en el centro de meditación, o lo que sea que es ese sitio donde dejan a Draper, el protagonista regrese a McCann y, con el espíritu de la comuna, termine haciendo el anuncio más famoso del mundo. Efectivamente, no entendí a qué venía ese anuncio al final y esta respuesta sería, no solo una explicación, sino una muy lógica y un buen final, esta vez si. Mis disculpas señor Weiner.
Es evidente que Mad Men no es para ti… no entender el final y quedarse con la impresión de que el destino de Don Drapper es una comuna no es no entender el final, es no entender la serie. ¿Cuantas cosas cosas más se te han escapado?¿cuantas segundas lecturas, cuantos matices, cuantos silencios llenos de mensajes?.
Yo me quedaría viendo y escribiendo sobre las series españolas, esas que se te dan tan bien y tanto de gustan; ya sabes: publico universal, mensaje basico, sin complicaciones. Y como mucho, alguna de Shonda Rhimes…