Hablábamos hace apenas unos días de lo importante que es que los programas de televisión tengan encaje en las cadenas en las que se emiten, tanto por el hecho de encajar con una audiencia afín, aunque pueda ser potencialmente inferior, como por el hecho de no resultar extrañas en el conjunto de la parrilla en la que se emiten.
En el panorama actual que presentan los dos grandes medios de comunicación, Atresmedia y Mediaset, hay muy pocos programas que puedan trasladarse de uno a otro sin afectar a este dibujo implantado en el imaginario del espectador y, aunque algunos sí puedan emitirse indistintamente en una u otra cadena, lo que es un hecho claro es que su paso por cualquiera de ellas los impregna de un ADN difícil de encajar si se decide cambiar de idea pasado el tiempo.
Es lo que veo claro en el anunciado cambio de Un tiempo nuevo a Cuatro, un programa esencialmente de debate político-social, destinado a sustituir a otros similares que ya han pasado por ese espacio en la parrilla pero, sobre todo, a competir con La Sexta noche, que obtiene unos resultados excelentes en la competencia, con un perfil de público muy similar y unos contenidos tan difíciles de diferenciar como habituales en la televisión, es decir, que ni unos ni otros han inventado nada.
Pese al parecido y a que La Sexta es, a priori, una cadena de audiencia menor que Telecinco, la noche de los sábados es casi siempre para el canal de Atresmedia, por mucho que en Un tiempo nuevo se hayan tenido noches de éxito, como la primera visita de Francisco Nicolás, allá por el mes de noviembre del pasado año. Posiblemente porque Iñaki López y sus colaboradores fueran los primeros en instalarse en ese formato y también por los posos dejados por La noria, parece que el público se decanta fielmente por La Sexta y no hay cambios, ni invitados, ni temas suficientemente atractivos como para hacerles cambiar de opinión.
Sorprende así que Telecinco esté dando tanto margen de confianza al programa, trabajando supongo, con el colchón que le da saberse líder mes a mes con los resultados de otras noches y franjas pero, aún así, su paciencia está siendo inusualmente grande. Tanto es así que ahora que parecen haber desistido ya de hacer funcionar Un tiempo nuevo, lejos de cancelarlo, se limitan a moverlo a la parrilla de Cuatro, mismo día, misma hora, pero distinto botón del mando.
Es muy cierto que tanto La Sexta como Cuatro se han caracterizado en los últimos tiempos por ofrecer tertulias y debates muy similares y con resultados muy parejos, especialmente en las mañana, donde Al rojo vivo y Las mañanas de Cuatro se disputan la audiencia con números muy parecidos. Esto podría hacer pensar que un formato parecido, como de hecho es Un tiempo nuevo, podría tener mejor encaje en Cuatro del que tiene actualmente en Telecinco, aunque fuera aquí donde inicialmente se reestrenaran este tipo de programas. Nos enfrentaríamos así a una nueva rivalidad entre las dos cadenas con una programación similar entre ellas y un público receptivo, pues es el mismo que ya por la mañana se enfrenta a la decisión de ver una u otra para seguir el análisis de la actualidad político-social.
El problema sobreviene cuando esta decisión no se toma al principio, cuando nace el programa de Mediaset, sino una vez transcurrido el tiempo, demasiado tiempo, cuando Un tiempo nuevo está impregnado ya con el ADN de Telecinco, cuando lo miramos y vemos en él todas las características propias de un formato de esta cadena. Y el público de Telecinco no es el de Cuatro, por mucho que esta no tenga clara su personalidad en muchos momentos del día. Dicen que con el cambio se podría sustituir a Sandra Barneda y no sería mala idea, al menos se evitaría que el principal sello de identidad del programa, su cara más visible, asociada inevitablemente a Telecinco, nos recordara cada semana que nos encontramos ante un intento desesperado por sobrevivir. Si de paso le cambian el nombre, pues casi mejor.