Afirmar que una serie de ficción puede ser servicio público es quizá algo osado. Decirlo de una serie destinada a la sobremesa, con todo lo que esto conlleva, es definitivamente, toda una osadía. Y sin embargo, la nueva producción de TVE para acompañar a la recién estrenada Acacias 38, la producción de Bambú Seis Hermanas, se desarrolla sobre una espina dorsal que, por lo ajena y lo extraña que nos pueda llegar a resultar, ejerce en mí una fascinación histórica que no puedo reprimir.
Algo tan tontorrón y folletinesco como la historia de una familia de mujeres que ha de ocultar el fallecimiento de su padre para no quedar en la ruina, privadas de sus derechos, de su herencia, de todo lo que durante décadas se construyó en su propia casa, nos resulta lejana y casi inverosímil y, sin embargo, está mucho más cerca en el tiempo de lo que podamos pensar haciendo que, cada vez que vemos a estos personajes sufrir y construir una gran mentira para salvar su futuro, solo amenazado por su condición de mujeres, nos damos cuenta de lo que se ha avanzado y los derechos que hemos conseguido.
Se criticaba en su estreno anoche en el prime time (otra vez criticable por los mismos motivos que la semana pasada lo hice con Acacias 38) la aparente incapacidad de la ficción de sobremesa de ambientarse en la época actual, como si los conflictos modernos no dieran de sí lo suficiente para construir historias diarias a su alrededor. Desconozco cual es el motivo de la insistencia en recurrir a épocas pasadas para producir folletines y comparto la crítica sobre la dificultad de diferenciar unas de otras cuando todas se ambientan en épocas similares, pero no puedo evitar pensar que en algunas ocasiones es precisamente este viaje al pasado el que nos permite recordar nuestra historia como sociedad, comprobar los avances que se han conseguido en algunos terrenos, al mismo tiempo que nos sorprendemos con lo poco que han cambiado otras cosas.
Todo un ejercicio de recuperación histórica que nos permitirá no olvidar de donde venimos y aprender a valorar lo que construimos, de forma sencilla y práctica, apta para todos los públicos y en pequeñas dosis en formato terrón de azúcar.