Se estrenaba ayer la nueva temporada de Viajando con Chester, tras la azarosa salida de Risto Mejide del proyecto y con su nueva conductora: Pepa Bueno. Reputada periodista, conocida y reconocida entre el público, la presencia de Pepa Bueno dotaba al programa, ya desde el anuncio de su contratación, de un aire completamente renovado. El formato pasaba de ser algo diferente, original, con personalidad propia (la de Risto, no podemos negarlo) y se convertía en un programa de entrevistas al uso, con la única particularidad de llevarse a cabo en un sofá tapizado para la ocasión y que posteriormente se subasta para un fin benéfico elegido por el entrevistado. Punto y final, esa era la única característica que a priori hacía especial al programa y que se ha confirmado tras el estreno.
Pepa Bueno está muy acostumbrada a hacer entrevistas, sabe preparárselas y conoce a los personajes a los que va a enfrentarse, no tenemos ninguna duda, pero peca de tics periodísticos que la diferencian tanto de su predecesor como para que, esa necesaria diferencia, se convierta en decepción. Por una parte, la complacencia, la amabilidad. Nadie esperaba que fuéramos a enfrentarnos a entrevistas incómodas, pero sí aspirábamos a que los personajes se encontraran en algún momento en aprietos, sin saber muy bien qué responder a preguntas que todos nos hemos hecho alguna vez, que se han planteado desde los medios, polémicas que no se han cerrado. Se estaba entrevistando a Felipe González y a cualquier ciudadano de a pie se le hubieran ocurrido decenas de preguntas que le hubieran clavado los botones del Chester en la espalda y no asistimos ni a una sola de ellas. Por el contrario, González estaba cómodamente sentado en su sillón, hablando a placer de historietas de abuelo cebolleta, tan cómodo como para atreverse a afirmar cuestiones tan delirantes como que su presencia en el Consejo de Iberdrola nada tenía que ver con su condición de expresidente y que, de no haberlo sido, hubiera formado parte de la empresa igualmente (montando calderas, presuponen algunos en twitter, con esa sorna que echamos claramente de menos ayer). No hubo respuesta por parte de la periodista.
Frente a la acidez de algunos comentarios y contrapreguntas a los que nos tenía acostumbrados Risto Mejide, había quienes se congratulaban precisamente de su ausencia, por considerar que lo suyo era puro acoso al entrevistado, bullying incluso. No puedo evitar estar más en desacuerdo, principalmente por lo difícil que me resulta imaginar a personajes como Felipe Gonzalez, Pablo Iglesias o Fernández Pujals, todos ellos sentado en el chester en algún momento, con su capacidad dialéctica, su trayectoria y su poder, victimizados como objeto de acoso por parte de nadie, mucho menos un entrevistador en televisión.
Es precisamente su imagen en los medios, esa especie de halo que los hace intocables, de respeto ganado a base no sabemos muy bien de qué, lo que Risto lograba rebajar, poniendo claramente sobre la mesa (sobre el chester en este caso) que nadie es más que nadie por tener más dinero, un determinado cargo político, vender muchos discos o ser un ídolo de masas y con esa convicción se sentaba de igual a igual frente a ellos y les preguntaba lo que los periodistas, por un mal entendido prurito profesional, rara vez se atreven a preguntar. Frente a las habituales contrapreguntas de Risto, sus comentarios desmintiendo al personaje, poniéndole frente a sus contradicciones, ayer estas solo se mostraban en forma de repaso de prensa editado a posteriori sobre la entrevista, sin capacidad de réplica, sin intención alguna de servir a la entrevista. Me atrevería a decir que hasta la selección musical del programa fue floja y sin su habitual garra.
La entrevista a González se hizo larga y pesada, aburrida en muchos momentos en los que el expresidente hablaba y hablaba sin parar, sin un comentario, sin una interrupción, en un soliloquio muchas veces relatado en el que Pepa Bueno se mostraba por momentos embelesada con el personaje. ¡Claro que es un privilegio para un periodista entrevistar a un personaje que ha estado en el lugar de González! Por supuesto que se entiende que ella disfrute de la oportunidad, pero no se trata de eso. El concepto tener una conversación frente a hacer una entrevista no va de dejar disfrutar al conductor del programa escuchando un relato histórico, sino de tratar de tú a tú al personaje e intentar que este pierda la coraza y se sienta en un ‘off the record’ en el que pueda contar lo que no ha contado nunca o por el contrario, y para eso tienes que mostrarte como parte de su círculo, como alguien que le puede faltar al respeto en cualquier momento, entendiendo esta falta de respeto como una superación de la barrera que separa a la casta de los plebeyos, como la capacidad para, en ocasiones, mostrarte tan arrogante como esa casta y en otras haciendo que se sientan a gusto siendo plebeyos, rebozándose contigo en el barro.
Y todo esto no lo consiguió Pepa Bueno, que hizo una entrevista correcta a González y otra promocional a Coronado, a las puertas del estreno de la segunda temporada de El Príncipe. Viajando con Chester es ahora un programa de entrevistas que no está encorsetado en un plató, un programa que ha perdido su esencia y su personalidad, la de Risto, con sus defectos y sus virtudes, que se ha vuelto plano. Hasta ahora, Viajando con Chester resultaba interesante independientemente del entrevistado, pues sabíamos que conoceríamos cosas nuevas de ellos, seguro, que les veríamos en un registro diferente. Desde ayer, creo que la audiencia del programa va a depender mucho de quienes sean sus entrevistados, del interés que puedan despertar entre sus seguidores, pero no por lo que puedan contar o cómo lo hagan, no por los titulares que vayan a dar.
Me releo antes de publicar y creo que de mis opiniones puede desprenderse una crítica desmesurada al papel del periodista como tal, como si todos fueran igualmente planos y correctos, como si la principal virtud del Viajando con Chester antiguo fuera la ausencia de un periodista en su sillón. Nada más lejos de mi intención hacer una enmienda a la totalidad. Si bien es cierto que siempre he pensado que esta era una de sus claves, que la falta de respeto (otra vez, bien entendida) a la profesión, permitía que Risto hiciera otro tipo de preguntas, de otra manera, pero también creo que hay otros periodistas en España que hubieran podido hacer un papel similar al del publicista. Se habló en su momento de Mercedes Milá para sustituirle, en una elección que sin duda hubiera sido mucho más parecida a lo que nos tenían acostumbrados, una elección que ya de entrada hubiera resultado algo incómoda para los entrevistados, que sabrían que no se enfrentaban a una conversadora fácil. Tenemos otros ejemplos de periodistas incisivos que no permiten que los entrevistados se les escapen sin responder a algunas preguntas complicadas. Nombres como Jordi Évole o Ana Pastor son ejemplos claros de otro periodismo, con sus fans y sus detractores pero sin duda mucho más en la línea de lo que veíamos antes en el chester. Esa esencia se ha perdido, esa no volverá.
Vergonzoso. Ni el periodista más adicto al régimen de Corea del Norte se habría arrastrado tanto como lo hizo Pepa Bueno con su ‘entrevista’ a Felipe González. Sólo le faltó preguntarle cuál es su color favorito y qué se siente al ser tan perfecto…