Los ministéricos estamos de enhorabuena porque TVE ha decidido encargar una nueva temporada de El ministerio del tiempo, un hito en estos tiempos en los que parece que todas las decisiones de la cadena pública son bastante erráticas y nada responde a la lógica habitual. Los datos de la serie no la convierten en líder de la noche de los lunes, pero están por encima de la media de la cadena, muy por encima del prime-time de otros días de la semana y, además, parece ser que es un fenómeno online, con más de 300.000 descargas.
Pese a que los muy correctos datos de audiencia se complementan con una críticas excelentes, parece que los directivos de la cadena opinan que la serie puede funcionar aún mejor y han pedido a la productora que retoque los básicos para hacerla más accesible a todos los públicos.
Cual es el significado real de esta petición es algo que desconozco, pero me cuesta pensar que alguien se atreva a hacer este comentario sobre un contenido que combina con soltura el elemento cultural con la ficción fantástica, sin espantar a nadie y con una lectura en varios niveles, que permite a los espectadores menos ilustrados seguir la historia como si de una simple serie de aventuras se tratara, sin sentirse expulsado por no saber quién era Quevedo, Velázquez o el mismísimo Lazarillo de Tormes.
Si no se trata de esto, la verdad, no me explico qué otro punto puede parecer poco accesible en esta historia de viajes en el tiempo en la que la ciencia detrás de la ficción no exige grandes entendederas, en la que los arcos argumentales no precisan de una atención extrema y, aunque lo hicieran, no sería peor que otras series de gran éxito con audiencias líderes.
Está claro, yo no creo que El ministerio del tiempo necesite hacerse más accesible pero, incluso si me pareciera una serie «demasiado culta», si es que este es el problema, estaría igualmente en desacuerdo con tocarla. TVE no necesita audiencias masivas, necesita productos como este, en los que el elemento cultural se funda con el entretenimiento, en el que las referencias históricas lleguen como meros escenarios de la acción. Y si alguno sale espantado porque le parece una serie demasiado culta, quizá deberíamos plantearnos que hay que subir los estándares del sistema educativo y no pedir a las productoras que rebajen los suyos para agradar a la masa menos formada.
Pero vuelvo a insistir, desconozco a qué se refiere exactamente la cadena y podría ser que únicamente buscaran un cambio en la estructura particular de algunos episodios, como comenta Javier Oivares, co-creador de la serie, en esta entrevista al respecto.
Mientras no metan tramas de niños, ni una chacha andaluza, me conformo.