Lamentablemente, la actualidad informativa nos ha convertido a todos en grandes expertos en observar la manera en que los medios se acercan a accidentes masivos, atentados y crímenes varios. Aunque todos tenemos nuestra particular opinión sobre cómo deberían tratarse estas informaciones y hay unos medios más respetuosos que otros, creo que hay algunas cuestiones muy generalizadas.
– Muertes de usar y tirar: no es muy habitual que se sucedan tragedias de estas características de forma consecutiva pero, cuando lo hacen, la última siempre desplaza a la anterior, pasando a los muertos y sus familias de protagonistas de primer nivel a olvidados. Esto no tiene porque ser malo del todo, pues estoy segura de que muchos lo agradecerán, pero no deja de ser lamentable, tanto la exagerada atención que se presta a unos, como la rapidez con que se olvidan.
– Expertos en todo: es entendible que, en el momento en que tiene lugar la tragedia, le toque al que está presente en la tertulia de turno comentar los hechos, aunque no sea un experto, pero es el que está ahí. Lo que ya no se sostiene es que en los días posteriores se invite a colaboradores, periodistas y tertulianos habituales que nada pueden aportar al asunto más allá de su opinión personal, ya no digamos cuando son políticos, cuya presencia no tiene ningún sentido.
– Dar demasiada importancia a lo que aparece en las redes sociales: hacer un perfil de una persona cualquiera basándose en los contenidos de sus redes sociales es, como poco, insuficiente. Imaginar su día a día basándose en los likes de su página de Facebook, como si no fuera habitual hacer alguno para agradar a un amigo, seguir su página aunque ni sepamos de que va, participar en algún sorteo o simplemente visitar el sitio por una vez, está muy lejos de determinar el perfil de una persona.
– Buscar las historias particulares de los fallecidos y dar más importancia a la pérdida de aquellos con una historia especial detrás que la del mero trabajador que hace la ruta cada semana.
– Convertir la información en mero entretenimiento, como si nos encontráramos ante un serial de policías que cada día aporta un dato nuevo sobre el que gira todo el contenido de los programas, sin nada más que aportar, sin datos relevantes, solo con elucubraciones, opiniones personales y declaraciones de familiares y allegados.
– Entrar en bucle: la insistencia en dedicar horas y horas de programación a lo ocurrido, cuando en la mayor parte de los casos la información es escasa, hace que se hable de lo mismo una y otra vez, mostrando las mismas imágenes, las mismas recreaciones, las mismas referencias. Como espectadores, nos convertimos en expertos en acceso a cabinas de aviones, en características de las cajas negras de un avión o en los procedimientos para acceder a la profesión de piloto y un contrato en aerolínea. Cambiando las caras, y no siempre, se insiste en hablar de lo mismo una y otra vez, dentro del mismo programa y en los distintos programas de una misma cadena, que utilizan los mismos recursos y, en ocasiones, hasta los mismos expertos y colaboradores.
– No filtrar las declaraciones de los entrevistados: el ansia por hablar con los protagonistas, con amigos y familias de las víctimas, o con vecinos de barrio que de nada conocen a unos y otros, hace que nadie les pregunte primero antes de entrar en el directo. Nos encontramos así con situaciones surrealistas, de personas que cuentan cosas que no interesan, que aprovechan el momento para simplemente salir en la tele o para dar sermones religiosos que deberían quedar en la intimidad de las familias. Una vez más, el absurdo de rellenar minutos y minutos con datos irrelevantes, que no aportan nada a la investigación, que no son información.
Son solo algunas de las más recientes actitudes observadas en los medios televisivos, pero estoy segura de que hay muchas más.
Muchas gracias.