Esta noche TVE emite el cuarto episodio del Ministerio del tiempo a las diez de la noche, en todo el territorio español, menos en Andalucía, donde se ha optado por sustituir la ficción por un debate electoral entre los principales candidatos a la presidencia de la Junta. Quién quiera ver el episodio puede esperar a que finalice el debate, momento en que la desconexión territorial dará paso a la serie, o bien conectarse a la web de RTVE, que emitirá el episodio en directo.
Está claro que nadie que quiera ver las nuevas aventuras de estos viajeros del tiempo verá su rutina demasiado afectada, más allá de la necesidad de acceder al contenido a una hora diferente o por un medio distinto, pero es llamativo que se decida prescindir de un producto que está funcionando tan bien entre la opinión pública, los espectadores e incluso la dañada imagen de la cadena para dar espacio a un debate electoral.
Se podría haber optado por programar el debate cualquier otro día de la semana con una oferta más floja o por trasladarlo a La2, donde el número de afectados por el cambio de parrilla sería mucho menor e incluso podría emitirse en todo el territorio, pues a nadie escapa que el interés por las elecciones en una comunidad como la andaluza va más allá del que puedan tener los propios residentes en la comunidad (no ocuparían minutos y minutos de los distintos programas de política que hay en las cadenas si no fuera así) y sin embargo, la elección ha sido esta.
Hemos de suponer que es el concepto de servicio público que tienen los directivos de la cadena y que de aquí a las próximas elecciones autonómicas, que están a la vuelta de la esquina, se podrán producir desconexiones territoriales de estas características en distintas comunidades, algo que yo pensaba estaba caduco desde que las cadenas autonómicas se habían instalado en prácticamente todos los territorios, en algunos casos incluso con dos o más canales.
Creo que es innegable que un debate político es programación de servicio público, aunque a veces escuchando a algunos pueda parecer ficción o puro entretenimiento de masas, pero algo me dice que la audiencia se beneficiaría más de un par de las pinceladas de historia de El ministerio del tiempo que de los que pueda contarles el político titular o el aspirante de turno.