Navidad, navidad, dulce navidad y dulces cadenas de televisión que en estas dos semanas deciden renunciar a la competencia feroz y adaptar sus contenidos a la máxima actualidad del espumillón y la escasa repercusión de cualquier posible estreno.
Navidad, ese momento del año que televisivamente empieza con dos eventos que se emiten simultáneamente en todas las principales cadenas a la vez: de una parte el sorteo de la lotería y de otra el mensaje navideño del rey, y que termina con las campanadas, también retransmitidas al mismo tiempo por todas las cadenas, como si no hubiera posible escapatoria. Y es que casi no la hay.
El resto de la parrilla de estas fechas se inunda de otros contenidos que, aun siendo distintos de un canal a otro, a poco que nos fijemos, no dejan de seguir un mismo patrón, el del programa solidario, los refritos musicales, las películas, a menudo infantiles o para todos los públicos y la evidente ausencia de estrenos relevantes o siquiera perdurables en el tiempo. Es como si en estas dos semanas el tiempo televisivo se parara y todo el mundo renunciara a competir con las armas del resto del año y se limitaran a emitir un poco sin pasión, otro poco sin ambición, casi por inercia.
Pensándolo bien, hasta es posible que yo misma en mi blog haga esta misma critica todos los años, repitiéndome a mí misma, reciclando mis quejas y pensamientos televisivos más amargos. ¡Feliz Navidad!