Yo no sé ya cuántas veces he tratado en este blog el tema del horario de protección infantil y lo anticuado de un concepto que desafía la lógica de la libertad de los medios de comunicación para expresarse libremente, más concretamente la de la televisión, pues es la única que está sometida a un concepto a mi entender pasado de moda, paternalista y que pone el foco en un electrodoméstico como símbolo de muchos de los males que aquejan a nuestra sociedad: el televisor.
Los mismos que afirman que la televisión está muerta, que en una década ya no existirá la televisión lineal y que las generaciones más jóvenes no se acuerdan ni tienen interés en conocer qué es lo que puede ofrecer ese aparato, son los que ponen el grito en el cielo cuando se emiten contenidos que consideran inadecuados para estas generaciones, contenidos que, no siendo muy edificantes, no pasan de ser puro entretenimiento y que, incluso si fueran un reflejo fiel de una realidad maliciosa, no serían peores que muchas de las cosas que se ven en otros medios de comunicación o en las mismas puertas de los colegios o institutos, a veces en las propias aulas, y no como reflejo de lo que ven en televisión, sino más bien al revés.
Es cierto que Sálvame se ha nutrido con mucha asiduidad, por no decir casi siempre, de enfrentamientos, lloros, venganzas, reproches y hasta ‘bullying’ a compañeros. Es cierto que en ocasiones las gracias sobrepasan lo divertido para convertirse en bromas pesadas y que, a menudo, las relaciones entre los colaboradores se enquistan y convierten en desagradables intercambios de dardos envenenados, alentados por dinámicas pandilleras, sobre todo por parte del llamado eje del mal. Todo eso es cierto, todo eso es muy entretenido a veces, sobre todo si no te lo tomas en serio, y en ocasiones incomodo y desagradable de observar. Pero no más que alguna tertulia política, ni peor que muchas de las consecuencias que en otros medios tienen algunas de las cosas que ocurren en televisión. Pero el foco lo ponemos en Sálvame. Bueno, en Sálvame y en los que cantan tonterías en los estadios de fútbol, el otro eje del mal de la sociedad.
Todo muy loco y todo muy absurdo, todo muy exagerado, empezando por la reacción del propio equipo del programa, que ayer se plantaba frente a las cámaras, con Jorge Javier a la cabeza, para dar un discurso tremendista sobre lo que estaba ocurriendo, un discurso en el que disparaban hacia todos los lados, sin autocrítica alguna y donde, desde mi punto de vista, se equivocaban de enemigo, al apuntar directamente al «y tú más», denunciando las inadecuadas tramas que los seriales de Antena 3 tienen a la misma hora a la que se emite su denostado programa.
La puesta en escena de la defensa de los derechos de Sálvame fue excesiva, pero como todo en el programa, donde cualquier cosa que pasa se presenta como un ultimatum, como un gran evento, como la exclusiva del año, como el drama del momento, solo que en esta ocasión se trataba de arengar a los espectadores de una forma directa, con acusaciones veladas y con una obsesión casi enfermiza por pisar al de al lado en lugar de defender el propio pie. Y no es que no tengan razón en algunas de las afirmaciones que hacen respecto a los contenidos que a la misma hora se emiten en otros canales, pero esto no debería convertirse en un ataque al prójimo, sino en una defensa más de lo ridículo de algunos de los puntos que figuran en el código de cosas que no pueden emitirse de 17:00 a 20:00. Si nos ponemos estrictos, ni las películas Disney tendrían cabida en este horario.
Con más o menos razón, con más o menos acierto, lo que está claro es que las televisiones han de acatar una serie de preceptos por los que se rigen las emisiones de contenidos en un espacio que es público y estas son reglas de obligado cumplimiento, nos gusten o no, nos parezcan ridículas o no. Lejos de saltárselas o acusar al prójimo de saltárselas igual o peor que uno, quizá lo que deberían hacer los dos principales grupos de comunicación es trabajar en la misma dirección para que estas restricciones desaparezcan, para que dejemos de proteger a la sociedad escondiendo los problemas en lugar de educando para afrontarlos y entenderlos. Pero claro, para eso, los dos principales grupos tendrían que trabajar en la misma dirección, juntos, unidos por una misma causa y ya se sabe que dos que no se hablan, ni pueden discutir, ni mucho menos trabajar en equipo, aunque sea por el beneficio de ambos.
A ver si es verdad que mandan al Jorge Javier al paro de una maldita vez, que su numerito a lo Mariano Rajoy con todos los ministros detrás daba vergüenza ajena… Demasiado le ha durado el chollo.