No será la primera, ni la última presentadora de televisión que consigue su puesto de trabajo por su físico, sus relaciones extraprofesionales, o su popularidad conseguida a base de cualquier otra cosa que termina haciéndola interesante para la audiencia y, por lo tanto, para los programas y cadenas. Y no hace falta ser mujer y estar muy buena, pues ejemplos los hay en el bando masculino también, con presentadores que tienen su primera oportunidad por ser hijos de…, exconcursantes de Gran Hermano, buenorros salidos de un dating-show o exnovios de famosas. Y la verdad es que, por mucho que pueda molestar a quienes llevan años de preparación y no logran llegar siquiera a los castings, es algo que me ha parecido siempre muy legítimo, pues en la libertad de cada uno está elegir a sus presentadores y colaboradores por las razones que considere más adecuadas y en sus resultados la prueba de si la decisión ha sido acertada o no.
Por esto mismo, no me parece ni bien ni mal que Cuatro haya decidido contratar a Isabel Mateos como colaboradora de Todo va bien, por mucho que su telegenia sea inversamente proporcional a su fotogenia, por mucho que los datos demuestren que en su paso por Un tiempo nuevo no logró remontar la audiencia como era previsible, haciendo que La Sexta Noche recuperara el liderazgo perdido en las semanas en que Nicolasete se convertía en protagonista del show.
Y, sin embargo, hoy que se empiezan a conocer algunos detalles del colosal follón que tiene montado Francisco Nicolás en los juzgados, y pese a seguir pensando que cada cual puede contratar a quién le de la gana (o casi), no puedo evitar sentir cierto malestar ante la forma en que Isabel Mateos ha llegado a la televisión. Me parece genial que la entrevisten, creo de hecho que tenía una entrevista interesante, al menos a priori, otra cosa es que luego resultara ser aburrida o no tuviera la labia y la soltura de su amigo Fran para contar historias y terminara por tener el mismo interés que entrevistar a la vecinita buenorrilla del quinto. Pero una cosa es entrevistarla y otra darle un papel de colaboradora en un programa cuando no tiene ninguna gracia, ninguna, y cuando todo su mérito reside en ser amiga de un chaval con delirios de grandeza que ha destapado todos los agujeros de seguridad que existen en las relaciones entre los miembros de las altas esferas de nuestro país.
Difícil tarea tiene por delante esta chica para ganarse, no solo el favor del público, sino algo mucho más importante, el cariño y el respeto de sus compañeros, que ya nunca volverán a mirar a un trilero de la misma manera.