Como era de imaginar para quienes habíamos visto ya España en serie, el repaso que Canal Plus hace de la historia de los informativos de nuestro país con Las caras de la noticia, es todo un emotivo acierto. Una revisión de muchas de las cosas que han pasado por las miles de horas de información televisada, por las decenas de presentadores que han entrado en nuestras casas cada día para, con mayor o menor acierto, contarnos el día a día de la actualidad televisiva. Una historia, la de las televisiones y la de nuestras propias vidas, que acierta además no remontándose a los inicios de la televisión en España, sino solo hasta el momento en que aparecen las privadas, ese momento en que empieza a competirse también con la información y donde la elección de presentadores, formatos y escaletas se vuelve especialmente importante.
Muchas son las cuestiones que se abordan en esta primera entrega de la serie, todas ellas tan ricas como para inspirar una entrada completa y generar mucho debate, pero me quedo con algunas de las que me han parecido más interesantes, como la que es prácticamente la única presencia de la época de la televisión blanco y negro, uno de aquellos presentadores considerados por su capacidad para casi declamar mientras contaban las noticias y que hoy en día afirma estar descontento con algunas de las voces que se escuchan en los informativos, voces que, en su opinión, y también en la mía, deberían directamente estar incapacitados para locutar de forma profesional.
Se habla también de la figura del presentador de informativos como el elemento que sustenta el programa en los hogares de los espectadores, ese «anchor» en idioma inglés que define la importancia de su labor en la televisión norteamericana y que aquí no termina de funcionar del mismo modo, al ser mucho menos personal en su forma de dar la información, un periodista que está muy lejos de conformar lo que podríamos definir como informativo de autor. Es cierto que Matías Prats tiene sus peculiares chascarrillos o que Carme Chaparro se esfuerza por aportar su personal opinión sobre las cosas por medio de su cuenta en twitter antes de aparecer más formal en la mesa de informativos, pero nada que ver con el típico presentador que, en otros países hoy e incluso en otras épocas en España, daba su toque personal a la información, editorializándola y mostrando claramente su opinión sobre los temas más candentes.
En este sentido, se habla también de la importancia del lenguaje no verbal, de cómo la radio, o más aún la prensa, son mucho más asépticas al prescindir de gestos, muecas o caídas de ojos, que pueden aportar mucho de lo que el propio presentador piensa. En este sentido, aunque no se menciona específicamente, siempre he sido muy fan de la manera en que las presentadoras de La Sexta dan la información, con caras de auténtico desprecio y disgusto ante algunas de las noticias más escandalosas. Es el caso más claro de editorialización por mueca que conozco.
También en esta línea, preguntados por la necesidad de ser objetivos a la hora de contar la actualidad, me llama la atención cómo prácticamente todos los entrevistados están convencidos de que la neutralidad apenas existe, y no tienen problema con ello, siempre y cuando esta falta de objetividad, para muchos inevitable, se vea compensada con honestidad. Es lo mínimo a lo que debemos aspirar.
Como veis, son numerosas las opiniones sobre cuestiones elementales de la práctica periodística en televisión y más concretamente de esas caras que cada día nos acercan la noticia. La manera en que está editado el programa, las imágenes de archivo, las referencias a un pasado que se antoja muy lejano pero que recordamos haber vivido y la manera en que sacan a los presentadores de su encorsetada posición en plató, hacen de Las caras de la noticia otro de esos productos que esperamos de Canal Plus. Y eso que, por el momento, solo he visto la primera entrega.