Es triste, pero así es. Tras la época de mayor reconocimiento de la televisión pública de este país, han bastado unos pocos años para que todo el trabajo se haya ido al garete y nos encontremos ante una TVE a la que nadie tiene en cuenta, de la que nadie se acuerda, en la que apenas unos pocos programas logran captar la atención del espectador, con mucho esfuerzo y trabajo por parte de quienes los ponen en marcha y los promocionan. Ahora se habla de retomar la publicidad para dotar a la parrilla de una inyección económica que permita hacer cosas mejores, pero tengo mis serias dudas de que el problema, a estas alturas de la crisis de identidad y credibilidad, sea ya económico. Bienvenido sea en cualquier caso este cambio que, en mi opinión, es parte muy grave del problema general de la cadena.
La prueba de que el espectador no está ya pendiente de lo que emite TVE la tenemos en el cambio (o deberíamos decir duplicidad) de emisión de un programa legendario como Saber y ganar, uno que lleva 18 años en emisión en La2, en una franja complicada pero en la que ha logrado un público tremendamente fiel, uno que hace de Jordi Hurtado el presentador más longevo de la cadena y de su programa, el más exitoso durante más tiempo, con sus excelentes audiencias, sobre todo para un programa de La2. Habrá sido posiblemente este dato el que haya hecho pensar a los directivos de la cadena que, pasando el programa a la cadena principal, si es que aún la podemos llamar así, las audiencias subirían y, al menos durante un tiempo cada tarde, sería reconfortante ver un programa que funciona. Pero no ha sido así y, aunque aún debemos esperar a que pasen algunos días para poder afirmar que el cambio de cadena es un fracaso o un éxito, todo parece apuntar a que no es eso lo que los espectadores esperan de TVE para lanzarse a sus catódicos brazos y dejarse entretener.
Es cierto que un cambio de programa de un canal a otro no es algo que pueda hacerse de la noche a la mañana sin perder un buen puñado de audiencia por el camino, pero no es menos cierto que cuando los canales están sanos y los programas interesan, hay una importante cantidad de fieles que los buscan allá donde estén, que los siguen sin problemas y que, incluso en algunas ocasiones, logran convertirlos en un éxito allí donde recalan. Ejemplos recientes los tenemos en Mediaset, con el cambio de CSI de Telecinco a Energy o el fútbol de Cuatro a Energy, emisiones que en el cómputo general han perdido espectadores, pero han conseguido levantar los datos de su nueva cadena en emisión, demostrando que con el cambio no solo no se pierde el programa, sino que se puede hacer de él un producto mejor.
Sí, mi argumentación es algo «tramposa», pues comparamos un programa emitido en un canal de primer nivel que pasa a un canal menor, con otro que hace el viaje en sentido inverso, con las dificultades que eso conlleva, pero no es menos cierto que las audiencias que está teniendo TVE en la tarde en estos últimos meses son de canal de segunda categoría, incapaces de remontarse a sí mismas, mucho menos de estar a la altura a la que estuvieron algún día. Esto me recuerda también que series como Amar en tiempos revueltos han hecho el cambio con éxito y llevan años de buenos resultados en Antena 3, demostrando que la apuesta por el serial era buena y que la cadena pública nunca debió abandonarlo. Lo mismo podría pasar con Los misterios de Laura, eterno pendiente en la lista de confirmaciones de TVE y que no sé a qué esperan para comprar en Antena 3, con un buen encaje en su parrilla y unos resultados que seguro serían excelentes.
El problema no son los programas, el problema no es ya la falta de presupuesto, el problema es que hemos pasado a olvidar que existe el canal, que en algún momento se nos ofrecían cosas buenas, que siguen existiendo ojo, pero a las que nadie presta atención, no generan expectación, no interesan ni ilusionan y eso es lo peor que te puede pasar como cadena de televisión, que nadie esté interesado en lo que pones o cómo lo pones, la indiferencia absoluta, ni para criticar siquiera.
Y lo digo en el día en que vemos los magníficos datos de audiencia de Isabel, la gran serie histórica que nos ha deleitado durante años, no sin dificultades (¿quién no recuerda los meses de abandono en un cajón, los meses de incertidumbre ante la renovación, la destrucción de los decorados, cansado como estaban de esperar noticias?) desde casi el único canal en el que podría funcionar o, como poco, desde el canal que está obligado a meterse en este tipo de proyectos, el que debe entretener pero además culturizar y el que ha demostrado que puede hacerse con grandes datos de audiencia, sin renunciar al éxito, conquistando a millones de personas, siendo alabados por los críticos, a menudo tan implacables. Saben hacerlo, deben hacerlo, aún no sé a qué están esperando.