Lo malo de las decisiones valientes en ficción es que a menudo nos dejan un sabor agridulce y pueden llegar a cargarse un buen producto. El último ejemplo lo encontramos en Homeland, que tras la muerte de Brody en un giro argumental impredecible y absolutamente bienvenido, ha perdido un norte que hacía tiempo estaba descolocado.
Que la situación entre los personajes de Carrie y Brody era insostenible no lo vamos a discutir, independientemente de que la relación entre los actores fuera, como se comentaba, también muy complicada. Con el viaje completo hecho por el soldado en apenas dos temporadas, de gran americano a terrorista islámico y vuelta a empezar, poco quedaba por explorar de la mente y acciones del sargento. La inestabilidad de su nuevo amor no parecía suficiente para alimentar una nueva temporada y todo se había llevado tan al límite que se habían quedado casi sin salidas. Matar a uno de los dos protagonistas parecía una buena idea, y efectivamente lo fue.
Lo malo es que ahora, la historia de este soldado secuestrado y con el cerebro lavado que nos querían contar se ha quedado sin hilo argumental principal y lo que ha quedado, la historia de unos agentes de la CIA que trabajan para luchar contra el terrorismo islámico, no parece suficiente. Porque Carrie no es Jack Bauer.
Yo tengo una fe enorme en esos equipos de guionistas que conciben ideas sensacionales en esos o esas «brainstormings». Creo que ya se os está olvidando a muchos lo que se veía por aquí hasta el aterrizaje de HBO y la jauja que se ha venido disfrutando durante estos años y hasta ahora. A mí aún me parece estar soñando cuando llego a casa y saco el celofán a lo último de Mad Men, True Detective, o Juego de Tronos, entre otras. Para mí todo esto empezó con Twin Peaks, hace ya ¡24 años!.Pero es que yo, a los 13 años veía Bonanza. Así que…