Tras su paso triunfal por las tertulias políticas de algunas de las principales cadenas de nuestro país (de las principales cadenas que cuentan con tertulia política, se entiende), el líder político estrella del momento ha dado calabazas de forma reiterada a Pablo Motos, declinando su invitación a participar de la fiesta que supone cada emisión del programa El Hormiguero… y Pablo se ha enfurruñado.
De todos es sabido que El Hormiguero no es el mejor programa de la televisión ni su presentador ninguna eminencia o cita inexcusable de la televisión, pero también es cierto que solo los años que lleva en emisión ya son suficientes para merecer un respeto de quienes hacemos crítica televisiva y que tiene en su haber una lista de invitados que ya quisieran muchos para sus programas de serias entrevistas. Para el mundo del entretenimiento, del deporte, incluso de la ciencia, la presencia en El Hormiguero es un rato de promoción casi tan divertido para sus protagonistas como para los espectadores, un rato de promoción tan blanco como puedas esperar y una oportunidad para que el personaje célebre se muestre relajado, fuera de guión y hasta gamberro y atrevido.
¿Es El Hormiguero un lugar para los políticos? Desde mi punto de vista y dando por sentado que todos los invitados al programa están ahí para promocionar «su libro», definitivamente sí. El Hormiguero es una plataforma desde la que es muy difícil quedar mal, una en la que todo está preparado para que no haya preguntas incómodas, para que no haya situaciones comprometidas (aunque a veces se den, fruto de la casualidad o una mala actitud de alguno) y en la que tomarse las cosas con humor, justo lo que a los políticos les falta. Será por eso que ha habido tan pocos que se hayan atrevido a enfrentarse a las hormigas.
Y Pablo Iglesias parece que tampoco será uno de los invitados al programa, al menos de momento. Una decisión que no puedo evitar pensar responde a la absurda concepción que en España tienen todos los políticos de que la televisión solo sirve para lanzar aburridos discursos, para hacer entrevistas en las que todo está medido o en las que las preguntas son tan repetitivas y los rivales a los que enfrentarse tan facilones, que es muy sencillo sentarse una hora de programa a repetir como un loro las mismas cosas de siempre. Es peor aún, los políticos de este país se creen hechos de otra pasta a la del resto de los mortales, una que les impide rebajarse a hacer el tontorrón un rato en un programa de entretenimiento, una que es tan fina que temen se resquebraje si se comportan como personas normales, que construyen frases con sujeto y predicado y sin soflamas políticas o demagogias de primer curso de casta.
Me he cansado de repetirlo en este blog y allí donde he tenido oportunidad de hacerlo, pero no dejan de surgir ejemplos de lo diferente que es nuestra cultura política de la de los norteamericanos. Allí nadie teme hacer el ridículo en televisión, no solo eso, la posibilidad de compartir un rato en el aire con los teleñecos, Oprah (Dios me libre de estar comparando a Motos con Oprah, ojo) o cualquier presentador relevante de la televisión se ven como regalos nada despreciables que logran conducir el mensaje allí donde el áspero discurso político no llega. Y lo mismo tenemos a Michelle Obama haciendo flexiones en un plató, que photo bombing en la Casa Blanca, a Obama prologando la emisión de la nueva Cosmos. Y hablo del Presidente y su mujer, no de un aspirante recién llegado con mucha más necesidad de minutos televisivos, de cercanía con el votante.
Aquí, lo más arriesgado que hemos vivido es ver a Arias Cañete tomarse un yogur caducado, el resto, no se «rebajan» a aparecer en cierto tipo de programas. O sí, porque mañana tendremos la posibilidad de comprobar de qué va el nuevo candidato socialista Pedro Sánchez, que ha aceptado pasar un rato con Motos, para mi sorpresa y posiblemente también para la de los responsables del programa, que deben estar muy acostumbrados a las negativas. Porque da lo mismo del partido que sean, hasta que no se den cuenta de que son personas como los demás, nos costará tomarles en serio como representantes. Que no digo yo que sea obligatorio ir a El Hormiguero, pero que tampoco pasa nada si nos relajamos un poquito y nos integramos con el pueblo llano, que no escuece.
Ya han salido varios políticos en El Hormiguero, pero comprendo perfectamente que Pablo Iglesias no quiera ir. Es un programa espantoso.