(OJO SPOILERS SOBRE LAS TRAMAS DE LA SEGUNDA TEMPORADA DE LA SERIE. LEE BAJO TU RESPONSABILIDAD) No pensaba ponerme a ver la segunda temporada de The Americans, pese a que la primera me pareció un producto muy interesante. Esta historia de espías rusos ambientada en la América de los años 80 no había terminado de convencerme y me pasaba como con otras tantas series de similares características, que solo me interesan las relaciones personales de sus protagonistas y muy poco el resto de la historia.
Y precisamente por eso me ha gustado mucho más la segunda temporada, que finalmente me animé a ver tras comentarme algunas personas que era aún más interesante que la primera, porque se centra en la historia de los personajes, en sus sentimientos, en ese amor que se ha despertado tras casi dos décadas de hacerse pasar por un matrimonio real, o más bien ese sentimiento de posesión, esa inevitable sensación de pérdida cada vez que él se marcha a cumplir con su otra obligación, la de marido de Martha… y amante también.
Junto a ello, el amor por los hijos, que no deja de ser también sentimiento de posesión, la idea de que son tuyos y solamente tuyos y que por eso tienes autoridad sobre sus decisiones, sobre todo lo que hacen y hasta lo que deben pensar, una posesión que al final de la temporada se descubre tan poco real como la de un matrimonio que únicamente nació como tapadera y que así debe quedar, así es a los ojos de la madre Rusia, la única que en realidad manda sobre los protagonistas, la única que en realidad les posee.
No es solo que esta temporada haya indagado mucho más en los sentimientos de pareja y padres de los protagonistas, dando una vuelta de tuerca a la ya habitual sensación de pérdida que cualquier progenitor sufre cuando sus hijos crecen y empiezan a tomar decisiones por su cuenta, es que además han dejado abierta la puerta a un gran dilema para la nueva tanda de episodios que veremos el próximo año: hacer prisionera a tu hija de tus decisiones, hacerla sucesora de tus responsabilidades y poner en riesgo su vida, o enfrentarte a Rusia para salvarla y hacerla libre, esa libertad por la que se supone están luchando y que sin embargo cada vez les hace más prisioneros. Si en estos trece episodios hemos asistido a más de una contradicción, lo que se nos presenta es aún más intensa y dura.
Si después de ver la primera temporada no me quedaron ganas de seguir con la serie, todo eso ha cambiado y ahora tengo claro que esperaré con intriga y ganas la tercera entrega. Mientras sigan centrando sus historias en las personas y las relaciones entre ellas, me tienen ganada.
Lo que a mí me cuesta comprender es que no quedaras enganchada a esta magnífica serie en su primera temporada. Dices que esta es mucho mejor, cosa que no dudo porque esperaba y espero mucho de «The Americans» desde que la ví. Es mucho mejor -dices- porque se centran más en los problemas y relaciones personales, algo que me encanta pero que bajo mi punto de vista ya estaba presente en su primera temporada. Lo que yo creo es que todos tenemos momentos en los que por lo que sea, no estamos «por lo que hay que estar» y no conectamos con estupendas series como esta. Recuerdo hace más de 10 años, asistir a un pase en tv de un episodio de «A dos metros bajo tierra» que me pareció un tostón -aguanté 10 minutos- cuando poco después se convirtió en mi serie favorita.