Llevo varios días viendo un ratito de La mañana de La1, no me preguntéis por qué, y la verdad, tengo mis serias dudas sobre la deriva anodina que está adquiriendo cualquier cosa que se haga en TVE apoyada en el servicio público o, lo que es peor, por miedo a la crítica fácil de quienes hacen rápidamente una montaña con cualquier pequeño grano de arena.
Cosas que no tendrían la más mínima importancia, comentarios sin mala intención, elección de palabras que, siendo correctas pero no suficientemente descriptivas, desatan la ira y hasta simples afirmaciones de corrillo femenino, llegan a convertirse en titulares casi a diario en un verano que, a falta de otras noticias, ha de buscar temas en famosos remojándose por una buena causa o frases sacadas de contexto.
Alguien en TVE ha debido dar orden a sus presentadores de directos para que sean muy cuidadosos con lo que dicen, con las preguntas que hacen o los juicios de valor que emiten (y mejor si no emiten ninguno) y los programas se han convertido en meros ejercicios audiovisuales, sin crítica alguna, sin capacidad para analizar lo que ocurre y, mucho menos, para emitir un juicio de valor que, especialmente en la televisión pública, debería ser necesario.
El servicio público televisivo no debería consistir en tener encefalograma plano, presentando los hechos sin análisis alguno, sino es ser capaces de analizar en profundidad cuestiones que afectan a la población, denunciarlas y llegar al fondo de las mismas, molestando si es necesario a quién haya que molestar. Y esto no significa caer en la crítica política, por ejemplo, tan difícil de ejercer desde una televisión gobernada por el partido de turno, sino en ayudar al ciudadano poniendo algunas cosas claras.
Ejemplos sencillos, a mi modo de ver, que han pasado por La mañana en estos dos últimos días: un grupo de personas a las que han timado hasta 30.000€ haciéndoles creer que podían pedir créditos que luego no era necesario devolver. Se cuenta la historia, se presentan las declaraciones de los timados y al final todo queda reducido a un pobrecitos, qué mala es la señora que les ha timado. Servicio público es denunciar que esto pasa, pero más aún, servicio público es explicar que estas cosas pasan porque de un lado hay mucho delincuente caradura y de otro mucho ignorante (la autocensura me impide poner aquí otros calificativos). Concluir la pieza hablando solo de pobrecitos timados es un error. ¿De verdad aún hay quién cree que puede pedir un crédito de 6.000€ y no devolverlo? ¿No es eso un delito también?
Otro ejemplo: chiringuito de la playa que se quema y, como los dueños no tienen seguro, es la ruina de la familia. Tremendo drama, por supuesto, pero ¿cómo es eso de que no tienen seguro? ¿no es acaso obligatorio? Sí, pero es que era muy caro. Conclusión de la pieza, pobrecitos los del chiringuito que se han quedado sin sustento. Pues sí, una faena tremenda, pero esa no es la cuestión, lo importante aquí es utilizar el drama de esta familia para destacar la importancia de estar asegurados cuando se tiene un negocio del que vive la familia entera, un negocio de madera en el que se trabaja con fuego a diario y que puede arder fácilmente. Es sentido común que queda reducido a nada, a una historia tristemente dramática en la que el ciudadano solo es un pobre protagonista que sucumbe a un azar malicioso.
Y ojo que esto no pasa solo en TVE, pues los casos de estas características aparecen por los programas matinales constantemente y casi siempre con la misma resolución crítica, es decir, ninguna. Más que un problema de las cadenas, tiendo a pensar que es un problema de la sociedad en la que vivimos, una sociedad en la que nos hemos acostumbrado a culpar a todos los demás, instituciones y empresas privadas primero, de todo lo que nos ocurre, sin analizar cuánto de lo que nos pasa se debe a nuestra propia ignorancia, sentido común o falta de compromiso con unas reglas que, aún siendo molestas o caras en muchos casos, pueden estar ahí para protegernos.
Creo que la ausencia de mensaje critico tiene mucho que ver con la manera en que se exponen estos casos: intentando que el espectador se sienta de alguna manera identificado, «me podría pasar a mí». Si acaban con un mensaje critico del tipo «oigan, ¿por qué no contrataron el seguro obligatorio para su negocio? ¿Son ustedes idiotas? ¿Saben que lo que han hecho es ilegal?» O bien: «oigan, ¿cómo se pueden creer que pueden pedir un crédito de 6.000€ que no tiene necesidad de devolver? ¿Es usted tonto? ¿Se da cuenta de que le han estafado por tonto?» … Conclusiones de este tipo, después de haber hecho empatizar al espectador con el caso y sentirse identificado, podría considerarse un insulto para la audiencia, y eso no se lo pueden permitir.