Anunciada a bombo y platillo durante días, buscando la máxima repercusión para un programa que, por unas cosas o por otras, lleva todo el verano dando noticias, Hable con ellas recibía ayer a Marta Torné como quinta integrante de un grupo de presentadoras que no termina de encontrar el equilibrio.
La llegada de Torné reafirma la edad media del grupo, bien entrados los 30, casi en los 40 y, según se desprende de la mayor parte de las opiniones leídas entre ayer y hoy, parece que las expectativas ante su llegada son muchas, principalmente dirigidas a espabilar un programa que, por su hora de emisión, pero también por su dinámica, seguro duerme a más de uno.
Y es que Hable con ellas tiene muchos problemas que a estas alturas ya deberían estar superados, problemas propios de un formato poco rodado que, sin embargo, y posiblemente debido también a los cambios constantes en el grupo de presentadoras, no terminan de limarse, dando la sensación permanente de encontrarnos ante un programa poco engranado. Algunos de estos problemas son fácilmente identificables:
Ritmo inexistente: a pesar de tener un plató lleno de gente, o precisamente por ello, el ritmo brilla por su ausencia y las intervenciones de unas y otras se muestran desordenadas y poco naturales, precipitadas en muchas ocasiones. Efectivamente, es difícil coordinar un formato en el que hay un solo entrevistado y cinco entrevistadoras, pero es imprescindible una buena coreografía para que el baile se desarrolle con soltura.
Excesivo protagonismo de las presentadoras: pese a que el propio formato está basado precisamente en dotar de protagonismo a sus distintas personalidades y sensibilidades, esto no debe ser el eje central del programa y estos detalles deben pasar casi desapercibidos. El protagonista es el entrevistado y aunque nos haga gracia que Moreno le deba dinero a Yolanda Ramos y haya sido este uno de los puntos álgidos del programa, estas anécdotas no deben pasar de ser eso, anécdotas, comentadas de forma ocasional. Mucho menos sentido aún tiene que el entrevistado termine convirtiéndose en entrevistador, como ocurría ayer con un Pinto que iba a presentar su proyecto solidario y terminó leyendo preguntas dirigidas a las chicas acerca de su relación entre bambalinas o quién les atrae sexualmente.
Dependencia del pinganillo: absolutamente imprescindible una de dos, o poner a Yolanda Ramos y Allyson Eyckman un pinganillo 24 horas al días para que cojan soltura o directamente quitárselo y dejar que sean espíritus libres. Lo que sea menos está dependencia absoluta que afecta a la ya mencionada falta de ritmo y la credibilidad de todo lo que hacen o dicen y a su propia naturalidad, que es uno de sus principales atractivos.
Dejar responder al invitado: otro ejemplo más de no tener claro quién es el protagonista del programa. No es un hecho aislado el encontrar al invitado respondiendo una pregunta y a punto de comenzar su argumentación o inicinado el relato de una anécdota y viéndose interrumpido por una nueva pregunta. Lejos de agilizar la entrevista y permitir un mayor número de respuestas por minuto, terminan por no responder a ninguna y, lo que es peor, por no adornar sus respuestas con historias y pensamientos que, en el tipo de entrevistados que acuden al programa, terminan siendo lo más interesante. Recordemos que no se trata de políticos que deban ir al grano con sus respuestas, sino de personajes populares con batallitas por contar.
El director de Sálvame tampoco es el protagonista: ayer lo fue nada más presentar a la nueva integrante del equipo. Tras más de una hora dando vueltas a la identidad de «la quinta» (por otra parte ya adivinada en redes sociales y hasta presente en la página de la Wikipedia dedicada al programa minutos antes de su emisión), su aparición en plató dio lugar a una estampida del resto de sus compañeras que, en un preparadísimo ataque de ira (¿cómo si no iba a haber tanto cubo de agua listo?) remojaron al director por haberlas engañado cuando preguntaron precisamente si Marta Torné sería la elegida. Destrozo absoluto del climax televisivo creado hasta el momento, si no fuera porque no existía.
David Valdeperas, director de Sálvame, es un experimentado profesional con horas y horas de directo a sus espaldas, precisamente con el programa más loco de la televisión, uno de los más difíciles de dirigir y, al mismo tiempo, uno de los programas con más ritmo de la parrilla. Sin embargo, Hable con ellas no es Sálvame y sus colaboradores no son o no han de ser igualmente protagonistas, del mismo modo que sus dinámicas de patio de colegio y constates filias y fobias no pueden trasladarse a otro programa de la misma manera. Sálvame es un programa único cuya esencia radica en hacer cosas impensables en la teoría televisiva y que, sin embargo, funcionan como un reloj: desde la tensión de ver a un colaborador recibir una llamada telefónica en directo, hasta la naturalidad con la que zampan bollos con la boca abierta desatando la ira de los bien educados de Twitter a los que su madre siempre recordaba que no se come con la boca abierta.
Hable con ellas es otra cosa, no debe interesar el equipo que hay detrás de las cámaras, no debemos estar pendientes de pinganillos, ni ver las bambalinas del plató, ¿presentadoras cargando con el sofá en medio del programa porque no tienen dónde sentarse?. Estos mimbres no son malos, es más, van mejorando con cada cambio de presentadora, pero aún hay mucho camino por recorrer y la inclusión de Marta Torné puede ser una buena forma de liderar esta evolución. La gente en sus casas tienen ganas, hay hambre de late-night.
No sé por qué le dais tanto pábulo a este programa. Es mediocre y chorra, sus movimientos de presentadoras son más aburridos que la cotización de la soja en la bolsa de Pekín.
Además, llevo desde el lunes esperando alguna reseña de Sábado Sensacional… aunque entiendo perfectamente que no te hayas atrevido a visionar semejante engendro 🙂