Ryan Murphy se está convirtiendo, por méritos propios, en uno de los nombres más reconocidos de la industria audiovisual norteamericana y hay dos características que destacan en él por encima de las demás: de un lado su versatilidad, pues lo mismo te hace una comedia musical adolescente como Glee que una miniserie de terror como American Horror Story, sin que puedas saber en cual de los dos géneros se siente más cómodo; la otra, su activismo gay, buscando una normalización de la homsexualidad en la vida cotidiana que, pese a lo que pueda parecer, está lejos de ser una realidad.
Así, sin estridencias pero con fuerza, Murphy aborda el tema de la homsexualidad en Glee para concienciar a los más jóvenes, lo hizo también desde el punto de vista más ácido y divertido con The New Normal y ahora lo hace desde una perspectiva histórica con la película para la HBO The Normal Heart, que aborda la crisis social y personal de quienes en los años 80 empezaron a ver como una nueva enfermedad, desconocida e imparable, atacaba al colectivo gay sin que a nadie pareciera importarle.
Lo primero que llama la atención en la película es el plantel de actores que van asomándose a la pantalla, todos ellos muy conocidos por el público seriéfilo, algunos de ellos con una caracterización tan distinta a la que nos tienen acostumbrados que cuesta darse cuenta de quienes son, desde Mat Bomer al casi irreconocible Taylor Kitsch, pasando por Jim Parsons o Jonathan Groff. El protagonista, un Mark Ruffalo contenido al principio de la historia y completamente descarnado en el final, afectado por todo lo que está ocurriendo a su alrededor, por la impotencia de perder a sus amigos, a su gran amor, sin que a nadie parezca importarle y una Julia Roberts discreta y fuerte que es casi el único personaje femenino que vemos en toda la historia.
The Normal Heart cuenta una historia que hemos visto muchas veces, una que algunos por nuestra edad hemos llegado a vivir a través de los medios, aún sin ser conscientes de lo que realmente pasaba o suponía para quienes se sentían objetivo directo de una enfermedad que parecía más un ataque dirigido que una mera epidemia. En ocasiones las historias que nos han contado muchas veces terminan por diluirse, por pasar a ser un capítulo más de la historia de una sociedad que no deja de sobresaltarse y el caso del Sida es una de estas historias. En este caso, la forma de abordarlo es desde la impotencia, la incapacidad para hacer reaccionar a una sociedad trufada de afectados, escondidos, avergonzados, dispuestos a morir antes que reconocer su verdadero yo o su simpatía por una forma de vivir que no deja de ser tan normal como la de cualquiera que tenga un corazón, uno que ama, que sufre, que siente como cualquier otro. Un corazón normal.
¡Ganazas!