Emprendedores, la palabra de moda. Lo que empezó siendo un adjetivo dedicado a calificar a aquellas atrevidas personas que dejaban la estabilidad laboral para invertir todos sus ahorros y fuerzas en desarrollar una idea de negocio, se ha convertido en “palabro” para todo, ya sea en boca de los políticos como impulsor de la salida de la crisis o como base para distintos programas de televisión de telerealidad, con bastante poco éxito, por cierto.
En España estábamos poco familiarizados con este concepto, pues hemos de reconocer que hasta hace poco éramos más de funcionariado que de poner en marcha nuestros propios negocios. Sin embargo, en EE.UU., lejos de estar de moda, está en su ADN, emprendedores como son ellos casi desde la cuna o, como tarde, cuando empiezan a vender limonada en la esquina de la urbanización o galletitas con los scouts.
Y es así como llegamos a la era de la revolución tecnológica y al nacimiento de la meca de los emprendedores: Silicon Valley. Cuna de los pelotazos más recientes, patria de los millonarios más jóvenes y camino de convertirse en ese lugar donde todos los camareros tienen una idea que revolucionará la sociedad del mismo modo que todos los camareros de Los Ángeles aspiran a convertirse en estrellas de Hollywood.
Con unos mimbres así, era raro que la televisión aún no se hubiera fijado en este ecosistema humano para inspirar una serie y por fin, HBO se ha atrevido, con una comedia de nombre nada rebuscado y directo al grano: Silicon Valley. Una versión aspiracional de The Big Bang Theory en la que un grupo de nerds con mucha cabeza y poca experiencia, se deja llevar por la ilusión del triunfo y el dinero fácil.
Aunque se trata de una comedia, la serie no es una sucesión continua de gags, ni tiene risas enlatadas. Lejos de intentar hacer reír al espectador, se busca acercarle de forma ligera y amable al día a día de un lugar hostil donde todo el mundo parece pensar solo en ganar dinero, en encontrar «the next big thing», sin tiempo para formarse, para relacionarse de forma natural con otras personas y teniendo que tomar decisiones esenciales para el futuro de una compañía en apenas minutos. Se trata de una serie sobre emprendedores tecnológicos en ciernes pero, al final, no es más que una historia sobre jóvenes enfrentados a decisiones profesionales en cadena que pueden definir el resto de su vida.
¿Qué diferencia a Silicon Valley del resto de series de estas características? Únicamente una cosa: las constantes referencias al mundo de la tecnología y sus protagonistas presentes en los diálogos, referencias que solo los muy familiarizados con el sector serán capaces de comprender y que decididamente les harán divertirse mucho más con sus episodios, casi sentirse uno más de la pandilla. Algo que no podrán hacer los espectadores completamente ajenos a movimientos empresariales como la compra de Whatsapp, los pleitos por la propiedad de Facebook o la habitual forma de vestir del fallecido Steve Jobs. Una serie claramente estructurada en varios niveles de comprensión e implicación que disfrutarás tanto más cuanto más familiarizado estés con blogs de tecnología, tuiteros del sector y biografías personales (autorizadas o no) de algunos de los nombres más conocidos.
Silicon Valley no pasará a la historia como una gran comedia, pero es entretenida y puede dar mucho de si, yo le estoy dando una oportunidad.
Post originalmente publicado en Generación Young.
No estoy nada de acuerdo con lo de «Una versión aspiracional de The Big Bang Theory en la que un grupo de nerds con mucha cabeza y poca experiencia, se deja llevar por la ilusión del triunfo y el dinero fácil.».
Primero, porque es todo lo contrario: un grupo de jóvenes que NO se dejan engañar por el dinero fácil y prefieren desarrollar su propia empresa en vez de vender un concepto a una empresa por una millonada, a costa de muchísimo trabajo y muchísimo riesgo.
Y nada tiene que ver con TBBT, más allá de unas ciertas incapacidades sociales de alguno de los protagonistas.