Pese a que mucha gente no estaba muy convencida de la calidad de esta serie a la vista de su trailer, he de decir que yo no formaba parte de ese grupo de escépticos, es más, me parecía que tenía ritmo y que podía ser una propuesta diferente a lo que estamos acostumbrados en la ficción española. Megan Montaner me gusta desde que le cogí cariño en El secreto de Puente Viejo y el resto del reparto contaba con un buen puñado de caras conocidas y solventes… y Miguel Ángel Muñoz. A priori, mucha curiosidad y poco que objetar.
Dado que la principal trama de la serie gira en torno al descubrimiento por parte de la protagonista de su condición de niña robada, podría parecer que nos encontráramos ante un episodio más de Niños Robados, la miniserie de Telecinco que pudimos ver hace apenas unos meses y que logró ser un gran éxito, no solo de audiencia, también de crítica. Precisamente para evitar esas comparaciones, que en nada favorecían al nuevo producto, los responsables de la serie y la cadena se esforzaron mucho por comunicar que esta serie nada tenía que ver con aquella y que el hecho de que la protagonista descubriera de pronto su incierto origen era únicamente un punto de partida para una historia de intriga y acción que iba mucho más allá.
Y así es como nos encontramos ante la principal decepción de Sin Identidad, un episodio que da comienzo en una cárcel china, con la protagonista huyendo por distintos países, cambiando su identidad y hasta algunos aspectos físicos y lanzándose a una especie de venganza, no sabemos muy bien contra quién ni por qué, que inevitablemente nos recuerda a Revenge y su larga lista de objetivos por eliminar. El problema viene apenas un cuarto de hora después, cuando un flashback nos devuelve al momento crucial en que cambia la vida de la protagonista, ese 11 de septiembre fatídico en el que, mientras el resto del mundo está sobrecogido con los atentados de las torres gemelas, ella solo puede pensar en su drama personal, el de descubrir que toda su vida ha sido una mentira y que hay muchas cosas oscuras en ella, ya no volveremos al tiempo presente en el resto del episodio.
Sigue pareciendo un punto de partida prometedor, pero el resto de la serie no deja de ser una trama demasiado conocida, tan similar a Niños Robados o cualquiera de sus versiones, que no termina de arrancar. Lejos de situarnos en la actualidad, con esa protagonista que ha dejado de ser una inocente joven para convertirse en una amargada y vengativa delincuente, huida de la justicia, escondida de las autoridades y con una identidad falsa que le permite mantener el anonimato, el primer episodio solo nos cuenta lo que ocurre hace 15 años y esa es una historia que ya hemos visto, que ya conocemos, que no aporta nada nuevo y que no es por si sola suficientemente atractiva para enganchar a la audiencia más exigente. Y pese a todo, la audiencia, huérfana de El Príncipe, logró conectar con la ficción, que llegó a los casi cinco millones de espectadores, en un excelente resultado que confirma las ganas que hay de ver ficción, de ser conquistados con nuevas historias.
Aunque intuimos una buena historia detrás, o mejor dicho, una rica en detalles y caminos mal tomados, echamos de menos pinceladas de esta parte de la trama. Faltan datos, pistas que nos hagan intuir que esta va a ser una buena aventura, una venganza al más puro estilo Revenge, con todos los elementos compartidos que hemos podido intuir y las posibilidades que una buena mente creadora puede extraer de ese punto de partida que supone no saber quién eres, de dónde vienes, ni por qué llegaste a dónde estás, si tu abandono y posterior compra ha sido una suerte o un drama que arrastrarás toda la vida, si has de estar agradecida a tus padres adoptivos o aborrecerlos por lo que te hicieron y lo que hicieron a tu verdadera madre. Lejos de las historias personales, del vacío existencial que afrontaba Niños Robados, Sin Identidad puede y debe ser otra cosa, una que, alejada como estará de una historia verdadera, no haga que el espectador esté pendiente todo el rato de la parte más manida y se centre en el factor diferencial: la historia no real, la aventura. Y por el momento eso no lo ha conseguido.