Mañana viernes Cuatro vuelve a emitir Dreamland en el prime time, pese a que sus actores han pedido un cambio de día, pese a que los críticos y teléfilos no entendemos la ubicación, ellos insisten en emitirlo en una de las noches de menor audiencia joven de la semana. No lo entendemos a priori, aunque un vistazo al primer episodio de la serie, parece evidenciar los motivos: falta de confianza, producto que no arranca.
Era fácil sospechar que algo raro estaba pasando cuando la serie se publicitaba, se promocionaba, se patrocinaba, incluso se presentaba a prensa, pero nunca se estrenaba. La sensación al verla es que se ha terminado por sacar para ver qué pasa, pero que en dirección de la cadena tienen claro que ese no es el producto que esperaban.
El concepto era prometedor, con esa mezcla de reality y ficción. El trabajo hecho a su alrededor para venderla, excelente, con ese patrocinio de Coca-Cola que suponía un nuevo concepto de publicidad, menos intrusiva, asociada a la marca, más branding que llamada directamente a la compra del producto, muy Coca-Cola por otra parte.
Sin embargo, el resultado es verdaderamente pobre. Como han dicho muchos de los que ya han escrito de la serie tras su estreno, nos encontramos ante una sucesión de videoclips, bien ejecutados, pero que no encuentran ritmo en la narrativa de la historia, que resulta lenta, aburrida y, lo peor de todo, tremendamente mal interpretada. Y no es un problema de falta de experiencia en sus actores, es un problema de dirección, y también de casting. La primera vez que Susana Becquer, en su papel de directora de la escuela, da a los chicos una charla estilo Fama, se nos cae el alma a los pies, máxime si somos de la generación que vivió esta escena de Debbie Allen, o incluso la más reciente Kate Hudson de Glee si buscamos un referente más cercano.
¿Y qué decir de Natalia Millán en su papel de madame con acento exótico? Como diría Matías Prats ¿¿¿esto que es??? Afortunadamente para ella, su nefasta interpretación los viernes se ve resarcida en su papel de malvada madrastra los lunes en Velvet. Difícil hacerse a la idea de que son la misma persona, la misma actriz con las mismas cualidades. Ante semejante cambio de registro y dotes interpretativas, solo me queda echarle la culpa al director.
Que los chicos bailan y cantan estupendamente es un hecho, que las coreografías están bien montadas y lucen, no podemos negarlo, ahora bien, como serie con historia y proyección alguna, mucho me temo que los dos años que ha estado en proceso de construcción no le han servido de gran cosa. Repasando ahora mis sensaciones el día de la primera presentación a medios, allá por 2012, recuerdo la fuerza del mensaje de ilusión que desprendían que, aparte de resultar muy bonito y optimista, también evidenciaba una falta de ideas claras sobre lo esencial: que se trata de un producto de ficción televisiva, que hay que cumplir una serie de objetivos y que el público cada vez es más exigente. La ilusión y las ganas son muy importantes, pero no son suficientes, y mucho me temo que este sea uno de los principales problemas de Dreamland. Si esto es lo que hay ahora, no quiero ni pensar cómo era esto cuando se presentó y cómo logró pasar el filtro de Mediaset. Mucho menos aún, como ha logrado colarse en un prime-time, aunque sea el de los viernes.
2,7% de share el viernes pasado, hundiendo después la audiencia de Conexión Samanta (vi un ratito el programa y era insoportable).
Da igual lo que se escriba, está sentenciado de muerte.