Después de anunciar que esta noche asistiríamos a un reportaje sobre el 23-F con información inédita, con la historia contada como nunca antes, las expectativas sobre el programa especial de Jordi Évole había dejado las expectativas sumamente altas. Era muy difícil cumplir con ellas pero desde luego, quienes se subieron al carro esperando encontrar respuestas o por simple curiosidad han visto recompensada la elección, pues ellos y solo ellos han podido disfrutar del experimento en toda su extensión, frunciendo el ceño primero, levantando la ceja después, sospechando y confirmando que se encontraban ante un juego.
Un golpe falso como hilo conductor de un documental falso, grandes personajes de nuestra historia reciente que se prestan a contar un cuento, hablando de cómo se forja la mentira en una edición en la que el 23-F real y el inventado se entremezclan con ingenio.
La audiencia ha asistido boquiabierta al experimento, unos ofendidos, otros encantados, algunos aún lo están pensando. Yo me quedo con algunas de las preguntas planteadas al respecto.
¿Es lícito? Sí
¿Tiene sentido enfadarse con la cadena? No. Llevamos años alabando otras propuestas similares y recordándolas en cada aniversario de La guerra de los mundos. Es lo mismo que Operación Luna o Bye, Bye Belgium.
¿Puede afectar a la credibilidad de Évole? Pues no lo sé, pero hace ya mucho que pienso que Salvados tiene más de entretenimiento que de periodismo y esto simplemente refuerza la opinión de que el equipo con el que trabaja es un gran equipo de manipuladores (entendidos no necesariamente desde lo peyorativo del calificativo), que saben qué quieren contar y cómo cocinar todos los elementos para que el poso que dejen sea exactamente lo que ellos quieren que sea.
¿Hace pensar? Pues seguramente no mucho. Generará, ya lo está haciendo, mucho debate pero ¿cambiará la percepción de los españoles sobre lo ocurrido el 23-F? ¿Sobre el periodismo en general? Yo creo que los descreídos ya lo éramos de antes y los crédulos no dejarán de seguir a pies juntillas lo que dicen sus medios de cabecera porque este programa les haya hecho ver lo fácil que es jugar con los espectadores.
¿Todo vale por la audiencia? Una de las críticas que se han podido leer sobre el programa apuntaban a esta habitual pregunta. Parece evidente que no, que no todo vale y hay muchas cosas despreciables que se hacen por un punto de share, pero esta no es una de ellas, esto es un ejercicio televisivo que no daña a nadie. Podrá gustar más o menos pero es solamente entretenimiento.
Tras la emisión del programa, se hacía público un vídeo en el que Jordi Évole justifica el programa con la excusa de que al menos en esta ocasión se nos cuenta al final que se trata de una mentira, no como otras veces en las que nos habrán engañado igual. Aún teniendo razón, creo que esa justificación sobra, que es un ejercicio de superioridad moral que no necesitamos, uno en el que se erige en dueño de una verdad y una objetividad que no le corresponden.
Una pena para una propuesta arriesgada, singular y que queda perfectamente justificada con este final, yo como espectadora y como española, no necesitaba más.
En casa vimos a Risto. Veo que a pesar de todo no perdimos el tiempo, al menos, no demasiado (total, estábamos cenando).
El montajillo de Évole revela que es un gran manipulador, pero para saber eso basta con ver algún Salvados.
También revela que es un gran oportunista. Tirar a estas alturas de 23F aburre a las piedras, por eso ni nos dignamos a verlo.
Chapapote televisivo.