Dicen que la nueva ola de innovación en materia televisiva puede ser la vuelta de tuerca definitiva a la televisión a la carta, con la elección de contenidos personalizados más allá de la toma de decisiones sobre cual de las cosas ya creadas queremos ver. Y así, parece que la industria empieza a plantearse la posibilidad de grabar las series en función de lo que cada uno de los espectadores quiera ver, permitiendo que estos elaboren sus propias tramas y las puedan ver luego reflejadas en pantalla.
Al más puro estilo «elige tu aventura», la industria del porno, siempre a la vanguardia de las innovaciones audiovisuales, empieza a explorar la posibilidad de ganar dinero permitiendo al espectador decidir qué es lo que quiere ver y ofreciéndoselo directamente en su pantalla, previo pago por supuesto. Puede parecer una mera traslación de uno de los entretenimientos más antiguos ofrecidos en la industria del porno, disponibles en cualquier sala de entretenimiento en vivo para mayores de 18, pero no sería la primera vez que aquí, en el hasta hace poco más rentable de los negocios de televisión de pago, se gesta un gran cambio en el negocio.
Ante esta perspectiva, no son pocos los aficionados a la televisión que se han emocionado con la posibilidad de crear sus propios finales alternativos, reviviendo protagonistas, eliminando personajes irritantes u olvidando la necesaria tensión sexual no resuelta para dar rienda a sus fantasías.
Dejando al margen la dificultad económica de sacar adelante este tipo de ficción a la carta, me pregunto ¿Qué clase de espectador querría jugar a guionista o creador? Yo desde luego no firmo: quiero ser sorprendida, quiero enfadarme, quiero entusiasmarme, quiero reclinarme en mi sofá y disfrutar de lo que otros han creado para mí, incluso cuando no me gusta. Conmigo que no cuenten.
Artículo originalmente publicado en la revista Zapping Magazine