Que Risto Mejide le ha cogido el gusto a esto de la tele no es ningún secreto. Que su personalidad y rapidez mental dan para mucho más que para ser el poli malo de un jurado de talentos tampoco. Y es por esto por lo que, tras intentarlo sin mucho éxito con G20, ahora lo intenta de nuevo con Viajando con Chester, un programa de diálogo, que no entrevistas, sobre el famoso sofá, icono de la elegancia británica.
El programa lleva un tiempo anunciándose en Cuatro, pero sin fecha definitiva de estreno, algo que siempre da lugar a numerosas elucubraciones y apuestas, apuntando de forma mayoritaria a un enfrentamiento directo con Salvados, los domingos por la noche. La idea sonaba algo suicida, toda vez que el programa de Évole funciona muy bien, mejor aún en tandem con El Objetivo de Ana Pastor y los públicos pueden ser muy parecidos. Sin embargo, para acallar a estos descreídos hoy se anuncia el primer invitado de Risto en el programa, nada menos que el ex-presidente Zapatero.
Un invitado que ya ha pasado por numerosos platós a lo largo de sus años como presidente del gobierno (no tantos como debiera), con un perfil como entrevistado tremendamente bajo, aburrido y muy político, es decir, mucho hablar, pero poco contar; un personaje muy poco televisivo, capaz de llevar al sopor a la mayoría de los espectadores. Sin embargo, el hecho de tener enfrente a alguien como Risto dota al personaje de un interés hasta ahora desconocido, no tanto por lo que pueda decir, como por la manera en que Mejide le pueda despertar. Y ahí sí que Viajando con Chester puede tener una oportunidad frente a Salvados, si es que finalmente lo ubican en directa competencia.
Al mismo tiempo, supone una prueba de fuego para Risto al que, después de haber visto dando caña a «desvalidos» concursantes aspirantes a artistas, queremos ver con el mismo grado de acidez si al que sienta a su lado es a un político, curtido en la arena de los medios y con la piel gruesa de las críticas recibidas en ocho años de poder. Obviamente, el tono ha de ser distinto, no porque este señor merezca más respeto que chavales de veinte años buscándose la vida, pero sí porque el formato lo pide. Sin embargo, yo espero la misma capacidad crítica que Risto siempre ha demostrado, quiero verle incisivo, quiero que le saque los colores al entrevistado, si es alguien como ZP con mayor motivo. Y es en esta virtud donde el programa y el propio Risto corren su principal riesgo: las expectativas. A poco que esté complaciente y consiga que el invitado se encuentre cómodo, se desvanecerán todas nuestras ilusiones y su capacidad de competir, no ya contra Évole, sino contra la mismísima Ana Pastor, se habrá venido abajo.
Desde que empezó a hablarse del programa, nunca me planteé qué quisiera ver a Risto en su característico papel de azote televisivo. De hecho, me consta que es igualmente brillante en otros registros (no hay más que leer sus colaboraciones semanales en El Periódico o asistir a alguna de sus charlas) y sospecho que pueda estar cansado de arrastrar una imagen que no es más que un papel televisivo pero, sintiéndolo mucho, si tu primer invitado es Zapatero, lo que queremos es al Risto más cañero y, si me apuras, a un coro de ex-ministros salvando a un compañero.