Ayer por fin, después de una campaña de promoción intensísima, después de meses esperando el estreno y después de haber leído las múltiples críticas de quienes habían visto la serie en preestreno, mayoritariamente positivas, El Príncipe llegaba a Mediaset.
Aparte de todos los avances que hemos podido ver en estos días, justo antes del estreno Telecinco emitía un programa especial con entrevistas e imágenes de lo que estábamos a punto de ver. Personalmente, huyo de este tipo de programas, que a menudo destripan alguna trama y que siempre muestran tanto contenido como para que el visionado posterior del episodio resulte innecesariamente manido. A pesar de todo, las cadenas siguen apostando por ello en muchos de sus estrenos estrella, algún estudio habrán hecho sobre su idoneidad.
Dejando aparte estas cuestiones, he de decir que El Príncipe me ha entretenido y ha conseguido que tenga ganas de seguirla. Tiene muchas virtudes y, como todas, algún defecto, pero en general la sensación es buena, aunque también es cierto que no llega a los niveles de su más inmediato referente en este momento, El Tiempo entre Costuras que, como en su momento lo fue Crematorio, ha puesto el listón muy alto en la ficción española.
Las comparaciones, como siempre dicen, son odiosas y en esta ocasión aún más, pues una serie que estrenada en septiembre habría sido considerada como estupenda, se ve ahora minusvalorada por la inevitable comparación con otra de la competencia que ha encandilado a muchos de los que escribirmos de estas cosas. El público sin embargo no es tan analítico ni exigente y los datos de El Príncipe nada o poco tienen que envidiar a los de El tiempo entre costuras y demuestran, por encima de todo, que la audiencia quiere ver series y está del lado de la producción nacional que, en dura competencia anoche, congregaba a más del 50% del share. Esto no evitó la acalorada discusión en twitter entre quienes hablaron maravillas del estreno y quienes, con la esperanza de encontrarse ante otro producto excepcional, se vieron defraudados por las altas expectativas.
Lo más destacable de El Príncipe, lo que supone un cambio en la manera de hacer televisión de las productoras y cadenas españolas es su localización y su trasfondo de realidad. Acostumbrados como estamos a que las series transcurran en lugares indeterminados, que casi nunca tienen nombre y cuando lo tienen es ficticio, siempre con la precaución de no herir susceptibilidades, destaca la valentía de ambientar la serie en un barrio de verdad, muy conflictivo y con características muy concretas. Ceuta, una de esas ciudades a menudo olvidadas por políticos e incluso por sus propios conciudadanos, aparece retratada como epicentro de un peligroso choque de culturas y sus cualidades más reconocibles, desde las casitas de colores hasta la tensión en las calles, sirven de ingredientes para contar una historia tensa y llena de matices. Pese a todo, no nos engañemos, no se trata de un documental sobre el barrio de El Príncipe, se trata de una serie de ficción, donde los personajes no son reales y, como rezan muchos créditos de películas, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia, hasta el punto de haber sido grabada en un gran plató lleno de cromas en su mayor parte.
Precisamente por esta confusión tan frecuente entre colectivos que se consideran agraviados con las series de televisión, esperaba hoy encontrar más de una crítica dirigida a esta descripción del barrio y sus habitantes pero, al menos de momento, no parece que nadie haya puesto el grito en el cielo. Quizá los más afectados por el tema se alegren al menos de que, por fin, alguien haya puesto sus ojos sobre un problema hasta el momento desconocido para la mayoría de los españoles y esto pueda servir para mejorar las condiciones en las que viven los ceutís. Por cierto, si alguien quiere saber cuanto hay de cierto en el retrato que se hace del barrio y las cosas que allí pasan, @AgenTV nos remitía ayer al twitter de @Beísima, una residente en la ciudad que avaló muchas de las cosas que pudimos ver anoche, incluída la frecuente presencia de marroquís vestidos con la camiseta del F.C.Barcelona 😉
Como apuntaba, el estreno fue un éxito total, con una audiencia solo en Telecinco de casi cuatro millones de espectadores, a los que hemos de sumar un millón más que vieron el episodio en alguna de las otras cadenas de Mediaset en las que se emitía simultáneamente. Una estrategia que ha salido muy bien y que ha llevado al grupo a anunciar que harán lo mismo mañana con La Voz Kids, aunque parece que únicamente con el arranque del programa, por si alguien se despista. Entramos de nuevo en la problemática tentación de hacer cosas pensando solo en los números finales y no en la segmentación de la audiencia. A mi modo de verdad, un error y, sobre todo, una lástima, aunque pueda entender los motivos que hay detrás.
La semana que viene Telecinco estrena B&B, otro producto nuevo más que se incorpora a la revolución que estos días sufre la parrilla de la cadena de la que además se caen el nuevo proyecto de Jordi González, Abre los ojos y De buena ley. Un necesario cambio de contenidos que busca recuperar el liderazgo perdido. Soplan aires frescos en Mediaset.
Oh!! que alegría me da la última parte del post, que se caigan programas como Abre los ojos o de Buena Ley…¡¡jooo!!! me hace creer en la humanidad. El de Jordi González no se ni cual es.
Vayamos al Principe. Sí, a mi también me gustó. Y eso que soy de las que ha vivido y aún saboreo el dulce recuerdo del buen hacer de El tiempo entre costuras, pero quizá porque sabía que no podía esperar otro producto igual o porque la promoción de la serie El Príncipe ha estado tan centrada en la belleza de sus protagonistas, masculinos principalmente (es que ha sido una cansinez horrorosa no parar de escuchar tópicos sobre miradas, ojos verdes y demás caídas de babas), mis expectativas no eran muy altas. Y la verdad que me sorprendió, para bien. Me quedé flipada con el tema de los cromas…¡eso sí! y cometí el error de ver el programa de después de la serie, en el que efectivamente contaron demasiadas cosas. En fin, supongo que la historia de amor a lo Romeo y Julieta estaba más que cantada. Veremos que derroteros va tomando. Pero hay una cosa que, para mi, ha sido básica en el éxito de El tiempo entre costuras, que también lo tuvo Crematorio y que creo es una apuesta segura de calidad a la larga, y es que las series tengan el guión escrito, entero, de antemano. O sea que tengan final, que acaben, que los personajes y las acciones tengan un desarrollo preconcebido. Estoy cansada de personajes y de tramas que van desarrollándose según sople el viento de la audiencia…