Seguramente exista algún estudio más o menos serio que establezca la relación entre el tiempo de consumo televisivo y la lectura, concluyendo que ambos son inversamente proporcionales y que los ávidos consumidores de televisión rara vez hacen un hueco en su tiempo de ocio para leer. La ecuación parece lógica si pensamos que el tiempo libre de un individuo cualquiera es finito y que, a mayor dedicación a la televisión, menor tiempo libre para leer; sí, pero también para charlar con los amigos, hacer deporte o incluso dormir. Si invertimos los términos de la operación, cuanto mayor tiempo estemos entrenando para la maratón, ahora que el running es el deporte de moda, menos leeremos también y a nadie se le ha ocurrido decir que el deporte fomente la incultura.
Pese a la permanente crítica que se hace a la televisión en este sentido, hay un dato que personalmente me sorprende y que podría dar al traste con estas afirmaciones si se hiciera un estudio serio al respecto pero que, aún sin él, podemos catalogar de optimista con tan solo echar un vistazo a nuestro alrededor y analizar someramente los detalles. Me refiero a la proliferación de obras escritas en torno a la televisión. No hablo solo del repunte de ventas de El tiempo entre costuras, que ya en su momento fue un best-seller, sino de literatura original creada a partir del éxito de una serie de televisión o de la inversión de las editoriales en traducir y sacar a la venta obras extranjeras que han inspirado series que ahora son un éxito.
Los dos ejemplos más recientes han llegado a mis manos esta misma semana, cortesía de sus editores:
Laura y el misterio de la Isla de las Gaviotas, novela de misterio escrita por Javier Holgado y Carlos Vila, guionistas de la serie de TVE Los misterios de Laura que, supongo que en ausencia de nueva temporada confirmada, han volcado sus ideas en 500 páginas de intriga muy prometedoras. ¿Pensando en un largometraje? Quizá no sería tan mala idea.
Orange is the new black: con el subtítulo ya en castellano Crónica de mi año en una prisión federal de mujeres, es la obra original que dio lugar a la serie del mismo nombre que, a pesar de su gran éxito de crítica, no es una serie mainstream en USA, ni mucho menos en España.
Dos libros que no tendrían razón de ser sin sus series, dos obras que llevan en portada imágenes de la serie de televisión que las avala y que apuntan a una necesaria relación entre la pasión por la lectura y el audiovisual.
Pero esto son solo las dos más recientes. A lo largo de los últimos meses han caído en mis manos: Instinto Criminal, un repaso a la historia de los asesinos en serie más conocidos promovida por el canal Crimen & Investigación, Una más en la familia ’80, con un repaso a las series de una década de la mano de Javier Matesanz, ¡Mazinger, planeador abajo! de Jesús Romero Recio, con todo lo que siempre quisiste saber de el mito de los que hoy son cuarentones, Bazinga! de José Ángel de Dios, con un repaso a todas las anécdotas y curiosidades de The Big Bang Theory o Juego de tronos. Secretos del trono de hierro, de Carlos Ripoll.
¿Y quién medianamente aficionado a la tele no ha oído hablar en estos últimos meses de ¿Y tú qué miras? el libro de Mariola Cubells en torno a los entresijos más oscuros de la televisión que ella misma ha vivido en primera persona.
¿De verdad creemos que los aficionados a la televisión son unos iletrados? Me da a mí que no.
Imagen: Clarín
Saludos. Muy interesante el argumento, yo mismo en ocasiones me he visto obligado a leer debido a alguna curiosidad que despertó la TV, sin embargo, creo el verdadero problema está en las habilidades de lectura. El abuso de la TV va desplazando capacidades que permiten entender lo que se lee, actividad que se va haciendo ‘aburrida’ pues la TV en general no exige esas capacidades. Es solo mi opinión ¡Buen día! 🙂