Con motivo del décimo aniversario del estreno de Perdidos, se anunciaba la presencia de los principales miembros del reparto en el Paley Festival de Los Ángeles. La noticia ha sido recibida con entusiasmo por los seguidores de la serie que, una década después, parecen haber olvidado ya el decepcionante final de la misma. Y yo me pregunto ¿por qué esta obsesión por reunir a los personajes de una serie de culto o de éxito? ¿por qué somos tan pesados como fans?
Cuando una determinada serie de mucho éxito o repercusión termina, se cierra un capítulo de las vidas de sus creadores y protagonistas, pero también lo hace en las de los espectadores. Aunque solo formemos parte de esa historia como meros sintonizadores de un canal, pulsadores del play, algo de nuestra historia termina también con ellos, pues no en vano hemos compartido horas y horas de nuestro tiempo con sus historias, no solo viéndolas y siguiéndolas, también comentándolas con amigos y seguidores, buscando respuestas, creando contenidos derivados. Es, sin ninguna duda, un trocito más de nuestro paso por el planeta catódico.
Como tal etapa de nuestras vidas deberíamos tratar las series entonces, cerrando capítulos como quién termina una relación con su pareja, un paso por un trabajo o un viaje al extranjero. Podemos recordarlos con cariño, con mucha ilusión, pero nunca, nunca, serán, años más tarde, aquello que recordábamos, porque ni ellos ni nosotros somos los mismos, como en las reuniones de antiguos alumnos del colegio, donde uno se da cuenta de que nada era de la misma manera que pervivía en nuestra memoria, generalmente amable con los recuerdos. Dejemos entonces de pedirles a todos los responsables de series antiguas que reúnan a sus actores, que vuelvan para hacer una película, que se vayan a cenar o a vivir juntos. ¡No! Yo quiero recordar Perdidos como era en 2004, quiero el recuerdo de la juventud de algunos, de la atractiva madurez de otros, de la ingenuidad de quienes no sabían que su paso por aquel nuevo proyecto cambiaría sus vidas, y un poquito también las nuestras.
Y no solo lo pido como espectadora que quiere presevar un buen recuerdo, también como gesto de amabilidad y simpatía hacia esos actores que, después de meterse en la piel de personajes tan destacados de la televisión, tan reconocibles en el imaginario popular, sufren lo inimaginable para deshacerse de sus papeles, para dejar de ser Kate, Sawyer o Locke. Si los queréis, dejadlos vivir fuera de esa piel, dejad de pedir que vuelvan, ni ellos ni los protagonistas de Friends, referente eterno en cuestión de rumores de regreso ocasional. Dejadlos vivir. Dejadme conservar el recuerdo.
Post originalmente publicado en Perdidos en la tele
Curiosa reflexión, viniendo de alguien que aportó dinero al proyecto de película de Veronica Mars… 😉