Muchos son los cambios tecnológicos que se están sucediendo en los últimos años relacionados con la manera en que los espectadores vemos la televisión. Primero fue el incremento de la oferta, con la aparición de las TDT, que han defraudado a no pocas personas que confiaban en un panorama diverso, tematizado y con espacio para las minorías y, en su lugar, se han encontrado con reposiciones y desempolvado de cintas antiguas. Mientras esto ocurría, las televisiones empezaron a preocuparse por el espectador asíncrono, ese que ya no quiere ver los programas cuando se los ponen, al dictado de unos horarios preestablecidos que atienden solo a la conveniencia de las cadenas y así, la oferta online de los canales en abierto empezó a ser casi tan completa como la propia parrilla y los espectadores empezamos a consumir contenidos a nuestro aire, cuando y como mejor nos convenía, sin el temor a perdernos un episodio crucial de nuestra serie favorita, pudiendo repescar un contenido ya emitido coincidente con otro de nuestro interés.
Y cuando parecía que todo el panorama iba a cambiar drásticamente, que la televisión en directo iba a desaparecer o quedar limitada a contenidos sensibles al tiempo, como los eventos deportivos o el seguimiento de noticias de actualidad, que comentar los programas iba a desaparecer, vino la explosión de las redes sociales y todo volvió a cambiar de nuevo. Al principio, convertimos a nuestros seguidores y seguidos en miembros de nuestra virtual familia teléfila. Con ellos compartíamos nuestras inquietudes catódicas, comentábamos esas series y programas que pensábamos que solo nosotros veíamos y descubríamos teorías sorprendentes sobre sus tramas, secretos escondidos en sus escenografías y ayuda a nuestras dudas más existenciales… y también nos comíamos algún spoiler malintencionado o descuidado, que no todo iba a ser bonito.
Tras descubrir la felicidad escondida en compartir los mismos gustos televisivos con un grupo de completos desconocidos, empezamos a integrarlos como parte de nuestra familia, a meterlos en nuestro salón al mismo tiempo que veíamos algunos de esos programas y nos dimos cuenta de la gracia que tenían, de lo ocurrente de algunos de sus comentarios, de la mala leche de otros y de cómo al final el entretenimiento tiene más sentido y se disfruta mejor en compañía, como seres sociales que somos. Así es como la televisión, que parecía destinada a convertirse en algo tan privado e individualizado como la lectura, volvió a sus orígenes, la pantalla se llenó de ‘hashtags’ y florecieron programas concebidos para ser ‘trending topic’, para ser comentados entre desconocidos, para disfrutarlos pegados tanto a la pantalla del televisor como a la de nuestro portátil, tablet o teléfono. Unos dicen que las redes sociales le han dado una nueva juventud a la televisión, otros que es la televisión la que ha hecho brotar con fuerza a las redes sociales. Sea como sea, cada noche se cuelan en la lista de los más comentados al menos un par de programas de televisión en una relación de mutuo beneficio que ambos deberían cultivar.
Y en la rueda en la que nos encontramos, una que arrastra a las masas de espectadores del consumo social al individualizado y otra vez al social, 2014 se perfila como el año del ‘binge watching’, un término anglosajón que podríamos traducir como maratón o atracón de contenidos. Derivado de la estrategia de emisión de Netflix, que ofrece enteras sus series de producción propia y que se ha convertido, sin duda alguna, en uno de los actores más disruptivos del sector, no son pocos los nuevos espectadores que dedican horas de su tiempo libre a ver series completas de un tirón, en un solo fin de semana o, si son cortas, en una sola tarde de lluvia. Una opción de consumo que, lejos de resultar el problema que a priori pudiera sugerir, está funcionando muy bien. Queda por contemplar como afectará esta nueva forma de explotación a la narrativa audiovisual, que originalmente ha basado su estructura en la necesidad de mantener al espectador interesado en el siguiente episodio, tanto más cuanto mayor era el descanso temporal entre una emisión y la siguiente, pero la tendencia es clara. ¿Te apuntas a la moda?
Post originalmente publicado en Cine and Cine
Imagen: Flavorwire