Vaya por delante que a mí no me gustan los niños, al menos no me gustan los ajenos y cuando salen en la tele, todavía menos. Cualquier programa que incluya niños, máxime cuando se dedican a hacer cosas de mayores, me parece un soberano tostón y sus protagonistas unos repelentes. No sé si será culpa de los propios chavales o de quienes los enfrentan a situaciones que no son propias de sus edades y pretenden sacar de ellos una sabiduría y unas reacciones que no les corresponden, conviertiéndolos en lo que no son.
Es por esto que, cuando TVE anunció la puesta en marcha de Junior Masterchef, lo primero que pensé fue ¡NO! ¡Un programa de niños no! Y poca gana me entró siquiera de darle una oportunidad.
Pasó el tiempo, empezó la grabación del programa y alguien de la productora me comentó lo impresionante de la cocina de estos niños, la manera en que se manejaban con cuchillos reales, con recetas que incluso a los adultos se nos resisten y cómo en muchos casos podían, no solo equipararse, sino superar a los participantes en el Masterchef de adultos. He de reconocer que me intrigó y justo coincidió con el estreno de la versión norteamericana del programa, así que me animé a echarle un vistazo.
Boquiabierta me quedé con la emisión de su primera entrega: unos niños que no levantaban dos pies del suelo, que en algunos casos no llegaban a las estanterías de las que coger cazos y sartenes, se plantaban frente a la encimera y, con total naturalidad, hacían pasta fresca, unos postres de primera y unos pescados imponentes. A punto estuve de echar a mi hija de casa esa misma tarde y no dejarla volver a entrar hasta que me hiciera un solomillo wellington con un croquenbouche de postre. Por supuesto, devoré el programa al ritmo americano como si de episodios de la primera temporada de Homeland se tratara.
Y así hemos llegado a la navidad y al estreno en TVE de la versión nacional del programa que, con tan solo cuatro entregas (23, 25, 30 de diciembre y final el 6 de enero), hará seguro las delicias de cualquier espectador adulto, aunque sea tan prejuicioso como yo misma era antes de ver el programa.
Concebido como un viaje en varias etapas, en cada una de las cuales se apearán concursantes, los que se quedan irán sumando puntos a su cuenta particular, hasta llegar a un destino en el que el ganador recibirá 12,000 euros para su formación (no necesariamente en cocina). Por el camino, aprenderán y enseñarán a los espectadores, trucos de cocina, principios básicos de alimentación y cómo reciclar, muy servicio público, en una iniciativa que no se ha visto en el programa de los adultos, ni tampoco en la versión Junior americana y que, con tan solo cuatro entregas, espero que quede reducida a la mínima expresión, pues lo que realmente queremos ver es a los concursantes cocinando, trabajando en equipo y bajo presión, que es de lo que se trata, ya sean adultos o niños.
El vídeo presentación del programa es desde luego apetecible, os dejo con ello y ya comentaremos.
Hola, también me ha gustado aunque se pasa un poco mal viéndoles sufrir, os dejo el enlace de mi blog donde escribo sobre la TV http://fibyvelatele.bligoo.es/content
un saludo.