Cuando vi el estreno de Fiesta Suprema este lunes en La2 lo primero que pensé es que el programa era tan malo, tan malo, que ni siquiera sería capaz de escribir una entrada sobre el tema, porque no sabría por dónde empezar y además no encontraba las palabras con qué hacerlo.
La experiencia colectiva de ver la tele al mismo tiempo que muchos de tus amigos tuiteros me animaba en mi percepción, pues los pocos que se aventuraron a seguir el programa al mismo tiempo que yo parecían opinar de igual manera y eso siempre reconforta cuando uno no logra entender qué ofrece la pantalla, qué han visto algunos en determinadas personas para pensar que pueden sacar adelante un programa de televisión.
Tan contenta andaba yo con mi sentimiento de pertenencia al grupo, cuando se me ocurrió curiosear el hashtag del programa y ahí es donde, en medio de la conversación anónima, en mitad de la muchedumbre desconocida, me sentí completamente fuera de lugar, o más bien fuera de mi tiempo y es que había gente, bastante, disfrutando con el programa, riendo las gracias de los presentadores, encantados con las tontunas que alguien ha pensado debían convertirse en programa de televisión. Y entonces es cuando me desencajé y llegué a la conclusión de que esto debe ser algo de la edad, que los nativos digitales tienen otros gustos y aspiraciones distintos a los míos y que hay algo genético, casi atávico en mí que me impide entender algunas cosas.
Pero no, algo más debe haber que la audiencia del programa no logra alcanzar el 10% de los seguidores que suman en redes sociales sus presentadores. Dato raro este para medir el éxito del programa pero, si tenemos en cuenta que eso es lo que nos han vendido para justificar su existencia y la elección de sus conductores, no se me ocurre mejor calibre. Que nadie se haya parado a pensar que la mayor parte de estos seguidores sea concurrente y por tanto ese millón pueda reducirse considerablemente, es algo que hoy no voy a tener en cuenta.
Pero la culpa de todo esto no la tienen los presentadores del programa, por muy poco sueltos que estén ante estas cámaras, por muy poca gracia que tengan sacados de su medio natural, el de la red, con sus intervenciones cortas, viralizadas entre amigos, amplificadas por los comentarios que las acompañan. No, la culpa la tienen quienes hacen un formato televisivo que no funciona y quienes lo compran, partiendo de una base que puede resultar original, rompedora, atrevida, muy propia de La2 pero que, en un par de pilotos ya debería quedar claro que no avanza.
Y lo peor del programa es que lleva un patrocinio cultural ¡cultural dicen!
Cultural depende desde donde se mire, pero en mi opinión el programa tira y mucho del todo lo pop del público joven actual.
Pero el primer programa era el primer programa, ver «Youtubers» en la tele era una novedad a fin de cuentas. Tras ello todo se ha ido desinflando mucho, sobre todo en la denominada «audiencia social».
Fuera de todo ello, en contexto, el programa es muy muy flojo y no se sabe muy bien qué es.
Recomiendo ver la critica del programa en la web de Inside Youtube, allí explican más detalles de lo que es el programa desde el otro punto de vista.