Acabada la temporada 2012-2013 de Fórmula 1 es hora de empezar a hablar de la nueva y de sus opciones en televisión. Con precios inflados año tras año, fruto de la competición entre cadenas y la idea de que es casi más importante comprar para quitar que comprar para tener, los derechos de las carreras no son rentables ya y amenazan las cuentas de resultados de quienes hasta ahora contaban con ellos como una inversión segura. Es tiempo de repensar las opciones y quizá sea tiempo de dejar de emitir en abierto y sufragado con publicidad y volver a los tiempos en los que la Fórmula 1 era un evento minoritario por el que, sin embargo, muchos espectadores estaban dispuestos a pagar un buen pellizco.
Para que las carreras sean rentables emitidas en abierto, o al menos aspiren a serlo, es imprescindible que tengan una carga de publicidad que año tras año se critica duramente entre los espectadores, haciendo habitual la frase «la Fórmula 1 es eso que interrumpe la publicidad en la cadena» (ahora es Antena 3, pero antes lo fue La Sexta o Telecinco). No importan los esfuerzos por mantener la doble pantalla durante las interrupciones publicitarias, Murphy se esfuerza por provocar incidentes, pinchazos y otras cuestiones destacadas en medio de los anuncios y no hay espectador atento que no se sienta defraudado por la incapacidad de ver una carrera completa sin mancha. Es incómodo, sí, poco elegante, sin duda, pero es la única manera de emitir un deporte como este para todos los públicos.
¿Y si lo emitimos en pago por visión? Seguramente sea la pregunta que se hacen quienes optan a los derechos cada año pero ¿sería rentable así? Existen datos de cuántos suscriptores ha tenido la Fórmula 1 cuando se emitía en cerrado y pueden hacerse hojas de cálculo para aburrir, pero ojo, porque son datos de una época en la que las familias disponían de más dinero para caprichos. Además, el pago por visión exige una producción bastante más costosa, pues un aficionado dispuesto a gastarse cientos de euros por temporada no admite una retransmisión cualquiera y quiere opciones, quiere control, quiere poder elegir qué ve y eso tiene un coste, con unos números que no terminan de salir.
Hablamos de derechos costosos, hablamos de crisis en la economía familiar, hablamos de descenso estrepitoso de los ingresos por publicidad y, sin embargo, veo poco interés por hablar del verdadero problema al que se enfrentan las retransmisiones de las carreras en nuestro país (y seguramente en tantos otros): la ausencia de competitividad entre los pilotos, entre los equipos. No hay más que observar nuestra propia experiencia si alguna vez hemos sido aficionados a las carreras. ¿Cuanto hace que no ponemos el despertador a horas intempestivas en medio del fin de semana para ver una carrera? ¿Cuanto hace que no reenganchamos de una noche de cena y copas con los amigos para ver un gran premio? ¿Por qué? Porque ya sabemos que va a ganar Vettel.
La superioridad absoluta es un problema televisivo, uno muy grave, uno que hace que los aficionados se vayan retirando de la pantalla porque ya conocen el guión de esa historia, porque repetitivamente cada quince días ocurre lo mismo y porque, aunque pueda ser interesante ver lo que ocurre a partir de la segunda posición de la carrera, las estrategias, los choques, los cambios de rueda, al final el deporte tiene una inmensa masa crítica de espectadores que solo están ahí para ver quién gana y quieren opciones, quieren intriga, quieren lucha y competición, quieren una historia. Y en la Fórmula 1 hace tiempo que no existe.
Algunos pensarán que lo mismo ocurre en el fútbol de primera división y sin embargo sigue funcionando, pero aquí hay una diferencia: una enorme parte de la audiencia es del Real Madrid o del Barcelona, bien como primer equipo, bien como segundo o incluso anti-uno de los dos o los dos. Pero es más, en la liga de fútbol no solo se trata de ser el primero, también hay opciones de jugar las competiciones europeas y una más que vertiginosa carrera por conservar la categoría entre los más débiles. Casi cualquier aficionado al fútbol puede encontrar su liga particular en cualquier tramo de la tabla. Pese a ello, ha habido años en los que la superioridad del Real Madrid y, más todavía, la del Barcelona, han hecho de los partidos un mero trámite, haciendo que muchos dejáramos de organizar nuestros fines de semana en torno a la hora del partido.
El deporte es deporte dirán muchos y su desarrollo no puede depender de las retransmisiones televisivas. Es cierto, pero no lo es menos que las cifras de negocio que se mueven, todos los sectores que a su alrededor se desarrollan y todo el dinero que las marcas invierten en equipos y deportistas, incrementando su valor y la tecnología disponible en algunos de ellos, son esencialmente fruto de la exposición que estas marcas tienen en la población a través de la pantalla. Cuando un deportista o un equipo no tienen rival toda esa maquinaria se frena, si coincide en época de vacas flacas, aún peor. Es imprescindible que haya juego, que no asistamos a un paseo triunfal del mismo piloto en cada carrera, del mismo equipo en cada partido. ¿Cómo hacerlo? Como diría Facebook «It’s complicated» pero quizá sea buen momento para darle una vuelta.
Hola Chica de la Tele
El factor más importante para el seguimiento de las Carreras es que un corredor Español tenga posibilidades de éxito, en este caso Fernando Alonso, el resto, en mi opinión, es secundario.
Para apoyar mi teoría creo que la carrera más «bonita» de este curso ha sido la carrera que en España nadie vio. Fernando se equivocó en la primera vuelta, España dejó de ver la carrera y sucedió una de esas carreras que se recuerdan tiempo después. Por cierto con una frase desde boxes que define el Campeonato «Careful, Sebastian, careful». Ah, fue Malasia.
Un saludo.