La emisión del programa Top Chef de anoche me ha dejado un agridulce sabor. Como aficionada a la cocina que soy, me gusta ver este tipo de concursos, disfruté con Masterchef, sigo el formato americano, flipo con la versión infantil, que espero ya ver en España, y sintonizo cada miércoles Antena 3 para no perderme nada de lo que ocurre con unos cocineros profesionales a los que la televisión y los tiempos cronometrados terminan sacando de quicio haciendo parecer auténticos principiantes.
Como seguidora de todos estos programas y alguno más de similares características, me consta lo importante que es tener un villano o una víctima en cualquier programa concurso, especialmente un villano, que además sea uno de los más potentes contendientes, de manera que vaya pasando pruebas y superando eliminatorias para seguir molestando al público semana tras semana, haciendo que estemos pegados al televisor esperando su caída definitiva.
También como seguidora de este tipo de programas tengo claro lo importante que es para algunos participantes ser una víctima de la superioridad moral o profesional de sus compañeros. Lo hemos visto en sucesivas ediciones de Gran Hermano, lo hemos visto en Operación Triunfo, hasta en Supervivientes. Tan claro es el efecto positivo que ser el patito feo provoca en estos realities, que muchos de sus concursantes provocan una actitud negativa de sus compañeros para conseguir así el favor del público, ayudados en no pocas ocasiones por la edición de las piezas de vídeo del programa que, no siendo una manipulación como tal, si pueden llegar a dar una imagen exagerada o ciertamente distorsionada de lo que ocurre entre ellos.
Y así es como llegamos a Top Chef y la irritante personalidad de una de sus concursantes, Barbara, Barbarita como se llama a sí misma, una profesional con más de 25 años de experiencia en el sector de la restauración que, por su forma de comportarse, sus dificultades para trabajar en equipo y muy posiblemente cierta inseguridad, ha llevado de cabeza a todos sus compañeros y a gran parte del público durante las ocho semanas que ha permanecido en el programa.
Sí, Bárbara es insoportable. Sí, Bárbara es una compañera con numerosos defectos a la hora de trabajar en equipo. Sí, es evidente que volver a todo el mundo loco en la cocina, sin excepción, debería hacernos repensar que el problema es de ella y no de todos los demás. Sin embargo, y pese a que durante todo este tiempo yo estaba deseando que fuera ella la expulsada, por lo cargante de sus intervenciones y lo inmaduro de su personalidad, ayer la cosa se salió de madre y la actitud del resto de sus compañeros terminó por congraciarme con ella.
Lo ocurrido en el programa de ayer de Top Chef, la actitud de cuatro personas adultas contra una de sus compañeras y rivales en el juego, fue tremendamente vergonzosa, como también lo fue el tratamiento dado por el propio programa y su edición. No suelo ser partidaria de utilizar conceptos graves que ocurren en el mundo real y aplicarlos a la televisión, pues entiendo que todo lo que se muestra en pantalla no deja de ser un juego, un espectáculo, un paripé que termina cuando se cruza el umbral de regreso a casa, pero ayer asistimos a un caso de bullying de libro, uno que a mí me resultó profundamente desagradable de ver y que, si fue tal cual, debería haberse mostrado de otra manera y haberse recriminado cuando ocurrió (ni siquiera necesitábamos verlo) pero, si solo responde a una manera de editar los vídeos o a exageraciones de conducta de unos y otros, no debería haberse retorcido de esta manera convirtiendo a los concursantes en personas deleznables y reforzando sus actitudes menos edificantes. Me quedé un rato a ver El Almacén, por si en algún momento se daban explicaciones de algún tipo o un mensaje de la dirección asumiendo que lo visto no está bien, pero nada.
Que la audiencia del programa ayer batiera su propio record y se convirtiera en líder de la noche, demuestra que como espectadores podemos llegar a ser también crueles y morbosos y, aunque la lectura de las opiniones generalizadas en twitter que llevaron al programa a ser primer trending topic, demostraran que no está todo perdido en esta sociedad y que la mayoría de la gente no apoyaba estas actitudes, es triste ver que somos tan morbosos como para que esta agresividad, este matonismo, estos pandilleros de la cocina, logren subir la audiencia con sus malas formas y no con sus platos de cocina. Tienen suerte que el programa ya está grabado y que no vota la audiencia porque si no, ayer habrían estado todos fuera.
Mal los concursantes por su actitud, mal la productora por no pararlo y mostrarlo como eje del programa, mal la cadena por no pedir una reedición que hiciera hincapié en lo verdaderamente importante: la cocina, y mal por todos los espectadores que no son habituales de Top Chef y solo sintonizaron la cadena para ver malos rollos y peleas sibilinas.
No soy seguidor del programa, a veces me he topado con él y he visto un poco, así que no tenog mucha idea de como ha sido Barbara como concursante, mas aun en videos editados, pero ayer me lo ví casi entero, desde que lo pille, simplemente por el nivel de matonismo, poco compañerismo, falta de solidaridad y demas adjetivos que se pueden vertir sobre la condicion humana.
Pero lo ví no pq disfrutara de ello sino por ver si la chica en cuestion era capaz de ganarles y darles en los morros a esa pandilla «guay», por ver si al final era bueno eso de «mejor solo que mal acompañado».
Me pareció que al final ni se despidieron de ella, uan cosa es ser concursante y competidor y otra cosa es ser mala persona.
Y ayer o son así o el programa querian q se viese así, pero a mí me daría verguenz q mis familiares vieran esa actitud mía.