Es lo que parecen apuntar todos aquellos que están viendo la tercera temporada, entre quienes me incluyo. Una tercera temporada que, por cierto, Cuatro emite tan pegada a la emisión original que esta semana he visto el cuarto episodio más tarde incluso que los espectadores habituales del canal, en un muy loable esfuerzo por retener a la audiencia y evitar que se busquen la vida de otra manera (algunos lo hacemos por costumbre ya más que por necesidad).

Cinco episodios se han emitido ya y lo cierto es que la sensación que están dejando es bastante pobre: ni las tramas parecen ir a ningún sitio, ni los protagonistas parecen tener nada importante que hacer. Carrie resulta muy cansina con sus caras de agobiada, trastornada, conspiranoica y su actitud de estoy sola en este mundo, nadie me comprende, mientras que Brody… ¿qué pasa con Brody? Apenas le hemos visto en un episodio, en el que tampoco ha tenido un papel muy relevante y, desde luego, parece cualquier cosa menos un personaje protagonista, llegando a hacerse absolutamente prescindible. Sea cual sea el desarrollo de la acción en lo que queda de temporada, que en cinco episodios no haya hecho nada y apenas haya aparecido en pantalla indica que, como bien decía alguien hace unos días, podían matarlo y tampoco notaríamos la diferencia.

A la vista está que la serie se ha convertido en la serie de Carrie Mathison y que ella y solo ella es la protagonista absoluta, dejando de lado al que originalmente había sido el epicentro de todas las tramas, un personaje con una personalidad inquietante y embaucadora, con una química extraordinaria con su alter ego en la ficción y unos secundarios que arropaban el conjunto con gran acierto. De estos secundarios, tan solo la figura de Saul conserva el atractivo que en su día tuvo y el resto de elementos pululan por la pantalla como si estuviéramos en The Walking Dead.

Homeland no es la única serie que pierde su chispa tras una o dos temporadas de gran éxito. De hecho, es casi una obligación para cualquier serie que se precie el sufrir de este ataque de gripe momentánea para romper con todo y resurgir de sus cenizas y no son pocos los espectadores que, tras aguantar la decepción, se ven recompensados con una nueva temporada brillante y cargada de energía. Sin embargo, no recuerdo un cambio tan extraño como el que está sufriendo esta serie, una ausencia de todos los principios que la auparon como serie revelación hace dos temporadas, una renuncia absoluta a contar algo creíble, a indagar en las contradicciones de los personajes, a relacionarlos entre sí siquiera, llegando a borrar del mapa a uno de sus protagonistas principales. Si este era el plan ¿por qué no detener y encarcelar a Brody? Habría tenido mucho más sentido y habría podido justificar la investigación paralela del atentado, por parte de la CIA y sus investigaciones oficiales y por parte de Saul y Carrie ejerciendo de agentes dobles.

Evidentemente, no es mi posición la de cuestionar las decisiones narrativas que se eligen, máxime cuando no sé hacia donde van las tramas ni por qué se han elegido estas y no otras, pero sigo pensando que algo ha de estar muy mal en la sala de guionistas de Homeland cuando nada tiene sentido y todo revierte en el vacío más absoluto. Y no creo que se trate de la muy publicitada mala relación entre los protagonistas que, según parece, no podían trabajar juntos y obligaron a rehacer muchas decisiones que ahora parecen justificar la falta de conexión entre todos los elementos de la serie. Verdaderamente, me cuesta creerlo y, de ser así, justificaría la inmediata aniquilación de sus personajes, los dos. Total, para lo que nos están dando, no creo que fuéramos a echar de menos a ninguno.