Esta noche, nuevo duelo en la cumbre televisiva, con la emisión del segundo episodio de El tiempo entre costuras y la entrada de lleno en la competición de La Voz, con el arranque de las batallas, mientras Isabel vigila desde su privilegiada posición en TVE. La competencia es máxima y las cadenas se esmeran por utilizar todas las armas a su disposición para asegurarse la victoria. Tradicionalmente, habríamos sufrido ya cambios de fecha de emisión, parrillas patas arriba y despiste generalizado, sin embargo, parece que esa opción se está dejando de lado en favor de otras apuestas más o menos arriesgadas.
Telecinco utilizará el reloj para hacerse con la audiencia, siendo el más madrugador en su oferta y también el que más se extenderá en la parrilla, logrando así una victoria casi segura en el total del share, aunque solo sea por la posibilidad de jugar con la duración del programa medido como más convenga. Atrapar a los espectadores mientras en el resto de cadenas se emiten otros programas es una apuesta inteligente, que puede arañar unos cuantos adeptos, que olviden que en realidad querían ver otra cosa o decidan quedarse conscientemente.
Antena 3 por su parte ha optado por tocarnos el bolsillo para asegurarse nuestra fidelidad y desde la semana pasada cobra 0,79 euros por ver su serie estrella en la web de la cadena, una apuesta muy criticada por quienes no comprenden cómo puede venderse un producto que ya ha sido estrenado, no ya en una cadena, sino en dos (repite los domingos en Nova), de forma gratuita. Es sin duda un cambio de estrategia cuya evolución será interesante, aunque me temo que nunca llegaremos a tener datos que puedan ser analizados y no sabremos si se trata de un éxito o un fracaso, salvo observando si insisten con el sistema.
Desde su cuenta de Twitter, Maurizzio Carlotti ha comentado sobre la estrategia, afirmando que le parece justo pagar cuando es el espectador quién decide el momento en el que quiere ver la serie, sin acomodarse a los horarios que el canal propone en su emisión en directo. Es, evidentemente, una manera de presionar al público para que vea el directo y no opte por otra propuesta, solo por el hecho de que puede verlo en cualquier otro momento online, pero no deja de ser un ruptura del «contrato» previo con el espectador, que ya estaba acostumbrado a una manera de proceder y se encuentra de repente con una barrera con la que no contaba. No se trata del dinero, del mismo modo que Antena 3 tampoco se hará rica con ello, sino del portazo que recibe en las narices y el hecho de verse forzado a hacer las cosas de la manera en que quiere una de las partes, la cadena en este caso, en un momento de disrupción en el que el usuario ya se ha acostumbrado a ver televisión cuando y cómo mejor le conviene. Habría que añadir también la más que probada tendencia a no completar las transacciones
Cobrar por ver los episodios online acaba además con una práctica muy habitual en los espectadores, una que ha sido desde un principio una de las grandes ventajas de la oferta web: la posibilidad de irse a la cama con el episodio inacabado y terminarlo al día siguiente o, más simple aún, la tranquilidad de saber que si el sueño te vence en el sofá tras un duro día de trabajo, nada impedirá que puedas terminar de seguir la historia antes de la emisión del siguiente episodio.
Son solo dos sencillos ejemplo de cómo el espectador puede utilizar las nuevas formas de visionar episodios que le ofrece la televisión, esas opciones que estaban ahí, entre otras cosas, para evitar que el usuario se fuera a buscarlas a otro sitio, haciendo el proceso más sencillo y rentable para todos. Una opción que, ahora que se ha hecho estandar, algunos deciden cambiar y penalizar, cometiendo lo que en mi opinión es un error que, lejos de alimentar una audiencia que puede engordar con el boca a boca, con la facilidad para encontrar el producto y también el prestigio de la cadena, va en detrimento de ambas. Por otra parte, el sistema de medición de audiencias hace muy complicado evaluar los resultados de estas iniciativas y creo que se pierde más de lo que eventualmente podría ganarse. El problema no es que el visionado del episodio se haga en diferido, el problema es que las cadenas aún no han aprendido a monetizar ese trasvase de espectadores.
Por su parte, TVE está en todo: su serie estrella de los lunes se emite prontito, acaba a una hora decente para el común de los trabajadores, se emite además sin publicidad y cualquiera puede seguirla en la web si se ha perdido algo, si ha optado por ver otra cosa o si simplemente no ha visto televisión en la noche del lunes. A la vista de las estrategias de algunos, cualquiera pensaría que es un error facilitarle al espectador la vida de esta manera pero, ahí está ella, como una reina, siendo líder en su franja de emisión lunes a lunes, casi sin despeinarse.