Los grandes directivos de las grandes cadenas de televisión se llenan la boca desde hace años hablando de cómo la descarga de series en redes P2P son un robo a su contenido y algo que debe perseguirse, con penas de cárcel y, si puede ser cadena perpetua, mucho mejor.
Pese a sus grandilocuentes declaraciones, no son pocos los que recurren a las «filtraciones» de primeros episodios de las nuevas temporadas para aumentar el ‘hype’ de sus estrenos y todos parecen haberse convencido ya de que, al menos, deben colgar en sus webs, de forma gratuita y fácilmente accesible, todos los contenidos que estrenan apenas terminada su emisión regular en la parrilla tradicional. Bueno, todos no, aún vemos algunos reticentes, como Cosmpolitan en España que, tras el fracaso del estreno de We love Tamara, siguen pidiendo 1,99 euros por acceder a la primera entrega del reality, impidiendo, entre otras cosas, que numerosos críticos, bloggers o simples aficionados con muchos seguidores en redes sociales, puedan verlo y comentarlo entre sus seguidores y conocidos.
Poco a poco, las voces de creadores convencidos de las bondades de las descargas más o menos legales, como fuente de éxito de un producto, empiezan a sobresalir por encima del discurso represor e incriminatorio. Declaraciones como la de Jeff Bewkes relativas al éxito que supone que Game of Thrones sea una de las series más descargadas, son un soplo de esperanza en el sentido común de las grandes cadenas de televisión, que por fin parecen darse cuenta de que la gente no busca molestar, ahorrarse unas monedas o destrozar la industria audiovisual, más bien al contrario, son sus mejores fans y solo buscan poder verlo todo sin depender de los tiempos de explotación que más convienen a las empresas o de horarios incompatibles con su día a día.
Las últimas declaraciones en este sentido han venido de la mano de Kelly Merryman, vicepresidente de contenidos de Netflix quién, en declaraciones a un medio holandés, afirma que su empresa está siempre pendiente de cuales son las series más descargadas para hacerse con ellas, en lo que supone, entre otras muchas cosas, un reconocimiento a la capacidad de estas redes de convertir una serie en un éxito en su segunda ventana de explotación, una conclusión muy lejos del habitual temor a que la gente deje de consumir contenidos en sitios «oficiales» sin motivo aparente. En este sentido, también Kevin Spacey protagonista de House of Cards, el gran éxito de producción propia de Netflix, aportaba su visión personal a favor de las nuevas formas de consumo.
Si empresas como Netflix pueden, no solo sobrevivir, sino también producir contenidos originales, comprando productos que ya han sido estrenados y que además son un éxito en las redes de intercambio, es que el problema no está en estas redes, es más, es que estas redes no son un problema, sino un aliado. Pocas evidencias más claras se me ocurren para probar que el problema de la industria, si es que existe, es solo de falta de sincronización entre quienes emiten y quienes ven, o quieren ver esos contenidos.
Anda que pagar 2€ por ver We Love Tamara…