Cuando se estrenó Breaking Bad y los comentarios generales empezaron a hablar de su gran calidad, no le presté demasiada atención. Sin embargo, una vez terminada la primera temporada y contando con que únicamente tenía siete episodios, no puede evitar rendirme a su éxito en las redes sociales y le di una oportunidad con una maratón completa de esta primera entrega. En la mente me quedó grabada la impactante escena de la bañera, después de la cual todo lo demás me supo a poco.
Terminé los siete episodios y, pese a reconocer la calidad de lo visto, también reconocí que no era ese el tipo de serie que me gusta seguir y opté por no sumarme al resto de temporadas. No me he arrepentido nunca, pero no ha dejado de darme rabia de vez en cuando no poder formar parte de esa emoción colectiva, de esa apreciación general que despierta, de esas ganas de que vuelva cada año y esa expectación por el final que lleva alimentando comentarios desde que se estrenó el primero de los episodios que conforman esta despedida.
A todo este desasosiego se ha sumado la lectura este verano de un libro que recomiendo a cualquier adicto a las series americanas, se llama The revolution was televised y en ella Alan Sepinwall hace un extenso análisis de algunas de las mejores series de los últimos años, desgranando no solo sus argumentos, también su camino para llegar al estreno y su influencia en la sociedad y el espectador medio. Un capítulo entero dedicado a Breaking Bad me ha permitido conocer cómo ha sido la evolución de los principales personajes de la serie y de las tramas y ha conseguido despertar en mí el interés por conocer el desarrollo de este final de una forma que va más allá de la mera curiosidad por el desenlace.
Cada año hay series que acaban, con mayor o menor gloria entre críticos y espectadores en general. Algunas lo hacen de forma precipitada, sin tiempo para armar un gran cierre, otras son tan sencillas en su planteamiento que, aún teniendo ese tiempo para estructurar un cierre con lazo, tampoco pasarán a la historia y luego están las que, como Los Soprano, Perdidos, o Dexter y Mad Men cuando llegue su momento, caminan inexorablemente hacia un final que dejará insatisfechos a muchos de sus fans y que generarán miles de comentarios tras la emisión de los créditos finales.
Esa emoción que lleva al desenlace definitivo, esas teorías sobre lo que podrá ser, esa adrenalina televisiva vertida sobre el teclado y el propio mando a distancia del televisor no los genera cualquier serie, solo algunas logran alcanzar ese nivel de comunión con sus espectadores y nos hacen sentir a los que no las seguimos como una especie de parias, incapaces de disfrutar de algo muy grande que está ocurriendo delante de nuestras narices y a lo que no hemos prestado suficiente atención, incapaces de entrar en tan selecto club.
Por si esto fuera poco, con el camino hacia la finale, algunos de sus más apasionados seguidores se vuelcan en hacer todo tipo de vídeos, promos no oficiales y fotomontajes en torno a la serie, piezas que alimentan el mito y que han sido la guinda a la decisión que acabo de tomar: me subo a Breaking Bad, quiero vivir esa finale. Quizá lo haga de forma algo descafeinada porque no voy a ver las temporadas intermedias (como digo, la manera en la que Sepinwall desgrana la serie en su libro me ha dado una visión de las tres temporadas perdidas que su visionado ocasional no me habría dado y verlas ahora de un tirón es una tarea imposible, sobre todo porque estoy reconciliándome con Friday Night Lights, otra serie con la que me pasó algo parecido pero a la que ahora estoy absolutamente entregada), pero voy a ponerme con la quinta y espero llegar al final a tiempo para poder disfrutar de su emoción y de todo lo que sus creadores preparan para intentar estar a la altura de las expectativas de quienes durante cinco años se han entregado con pasión a uno de los antihéroes más descorazonadores de los últimos tiempos.
Yo te aconsejo que como mal menor veas al menos la cuarta y la quinta. En la cuarta ocurren sucesos muy importantes, y no tiene precio ver la actuación de Giancarlo Esposito/Gus Fringe, uno de los mejores villanos de la TV actual. Solo comparable a Trinity.
De hecho el episodio 4×13 (Face off) está considerado como uno de los más impresionantes de la serie. Avisada quedas…