Mediaset y Atresmedia están muy enfadadas con TVE por haber contraprogramado en la tarde con su nuevo serial Gran Reserva, el origen. Tras comenzar con una audiencia discreta y conseguir poco a poco afianzarla frente a productos como Sálvame o Amar es para siempre, protegidos en sus respectivos canales sin apenas cortes para publicidad, TVE decidía alargar la duración de sus entregas, obligando así a la competencia a introducir un nuevo corte publicitario o alargar el ya existente si querían cumplir con sus compromisos y no saltarse la regulación después con un exceso de minutos por hora. La triquiñuela de la cadena pública obligaba así a los espectadores de la competencia a sufrir un corte de publicidad largo, una oportunidad para hacer zapping y quizá descubrir que las desventuras de los Cortazar y Reverte son más entretenidas de lo que a priori pudieran pensar y captarlos como público habitual. El malestar entre las privadas no se ha hecho esperar y han denunciado esta práctica amparándose en que el cambio de horario no había sido comunicado con suficiente antelación, incurriendo por tanto en contraprogramación (¡lo que hay que oir!).
Posiblemente TVE tenga que afrontar una multa por este hecho, pues efectivamente es cierto que deben comunicarse estos cambios con al menos once días de antelación (tres desde la última reforma de la ley, según me recuerda Sonia Blanco), pero llama la atención que las cadenas privadas se revolucionen por el hecho de que TVE quiera competir por la audiencia, como si el hecho de ser pública automáticamente le quitara la potestad de aspirar a ser líder, de querer captar espectadores y hacer un buen trabajo. Muchas son las razones que se me ocurren para que TVE tenga el mismo derecho a competir que las demás, pero algunas son claras:
– Respeto al contribuyente: quizá la primera y más evidente de las razones sea la del respeto a quienes están financiando lo que se emite, bien sean los contribuyentes con sus impuestos o las empresas que destinan parte de sus ingresos a la cadena pública. Aunque sea una obligación hacerlo, o quizá por ello, es elemental mostrar a quienes aportan su capital al sustento de la cadena que se aprecia esta aportación, que se destina a las actividades pertinentes y que se pone en valor el esfuerzo que supone aportarlo. ¿Qué clase de ente sería RTVE si recibiera un dinero y lo invirtiera de cualquier manera, sin importarle si el producto que hace es bueno o malo, si gusta o no gusta? ¿Acaso merecen menos respeto quienes ahora aportan su dinero del que merecían antes los anunciantes? Por supuesto que hay que aspirar a lo mejor, a tener el producto más redondo, el que más guste al público, el que mayor aceptación tenga.
– Respeto a productoras y profesionales implicados: por supuesto, si se respeta al espectador y a quienes financian los contenidos, también debe respetarse a los profesionales que lo hacen, bien sean los funcionarios en plantilla, que no pueden ver como su trabajo es un mero trámite, bien los terceros subcontratados para sacar adelante otros programas, que merecen el mismo trato que si estuvieran financiados con publicidad, programas de los que dependen muchos puestos de trabajo y la credibilidad y el prestigio de todos los profesionales implicados. Si se trataran los productos que se hacen para TVE como meros elementos de relleno ¿quién iba a querer trabajar para TVE?
– Respeto al espectador: como aquel que tiene un restaurante y ha de querer dar lo mejor de su cocina con los ingredientes que pueda comprar, como el gerente de un hospital que ha de sacar adelante lo mejor de su plantilla y sus medios, los espectadores merecen ser tratados como los más importantes clientes, independientemente de los factores externos que rodeen la financiación de la parrilla, factores que para ellos han de ser transparentes.
– Imagen pública: por supuesto, es una cuestión de imagen, eso que ahora se llama Marca España como si se tratara de algo novedoso, pero que ha existido siempre. El orgullo del trabajo bien hecho, el reconocimiento de los demás y la necesidad de hacer bien las cosas para seguir avanzando, independientemente de quién o cómo financie lo que se hace.
Seguro que hay cientos de razones más por las que es importante que TVE compita como un elemento más del sector, pero estas me han parecido básicas. Esto no supone que no comprenda el concepto de competencia desleal que supone no tener que responder ante los accionistas y jugar con «pólvora del rey» o que no tenga claro que la contraprogramación y otras reglas han de cumplirse de igual manera tanto si se es una televisión pública como privada. Podríamos también poner en tela de juicio la necesidad de tener televisiones públicas, como hemos hecho en otras ocasiones (un debate muy complejo en el que yo personalmente tengo opiniones muy dispares) pero, hay una cosa que tengo clara: si se está, se está para jugar y competir, no para hacer bulto.